“Las cámaras de televisión se cubrieron de gloria”. Ese fue el parte mediático de la nueva batalla por el imaginario patriótico en formato wide screen.
El presidente Felipe Calderón Hinojosa, en las postrimerías de su sexenio halló en Puebla —entre los invitados VIP y el glamour fundacional de la representación patriótica— un remanso para el tramo final de su gobierno en pleno proceso electoral. Por primera vez en su sexenio, se sintió a sus anchas en el patriótico festejo celebrado en Puebla.
Durante dos días, el presidente se abandonó a los festejos patrióticos, a la inauguración de las obras estatales, a las cenas de gala, al desfile en su nueva ruta pasando por las obras de infraestructura emblemáticas del nuevo gobierno blanquiazul, a las fastuosas representaciones de la batalla del 5 de Mayo.
El arcaico carácter popular del desfile que los poblanos habían hecho suyo tras varias décadas, desbordó la gran coreografía cívico-militar preparada para la reivindicación y reescritura del festejo local.
El desfile conmemorativo de la Batalla de Puebla del 5 de Mayo de 1862 se volvió un acto hipermediatizado, lectura globalizada de una industria cultural que de tajo quiso extirpar el provincianismo del desfile en sexenios anteriores blindándose contra la gente común y corriente.
La escenografía de las masas (muchos se quedaron fuera, lejos del contacto quirúrgico de los viaipi) no fue lo importante sino la profesionalización del desfile anteriormente amateur que le reconstruyó el rostro al imaginario local. Por ejemplo, los grandes héroes liberales le dejaron su sitio a los carros alegóricos de la alfarería, los herreros, a una desideologizada China Poblana o la fundación de Puebla.
Las pantallas reemplazaron el contacto directo de la gente acostumbrada a un desfile donde podían interactuar con la parada cívico-militar y acudían lo mismo a ver a sus hijos —que marchaban en esa extensa oleada de centros escolares, secundarias y normales de todo el estado — que a disfrutar el paso de los vehículos bélicos y los cadetes y demás parafernalia.
Con la nueva ruta, los poblanos que de manera habitual asisten al desfile se desconcertaron ante la ausencia de señalamientos, y cientos de ellos buscaron la forma de ingresar a la zona del desfile para recuperar ese espacio popular en el que se ha convertido el desfile del 5 de Mayo.
La fiesta VIP fue para la clase política. En un palco a la izquierda del palco principal los dos candidatos del blanquiazul al Senado de la República, Javier Lozano Alarcón y Augusta Díaz de Rivera, miraban el desfile.
Los colores no fueron ingenuos. El blanquiazul del logotipo del 150 Aniversario tomó vida en las calles: los seguidores de Josefina Vázquez Mota repartieron sombrillas y propaganda de su candidata presidencial en el derredor del desfile y de la 25 Zona Militar.