“Pa qué resolver con palabras lo que se puede resolver a punta de chingadazos”. Así decimos en mi pueblo. Es una de las frases más pronunciadas por mis paisanos. Así crecíamos, con esta teoría primitiva de querer arreglar todo con la ley del más fuerte.
Seguramente esa misma teoría debe tener algunos de este lado del país, pues lo que sucedió este jueves en el mercado de La Piedad no está muy lejos de lo que pareciera estamos acostumbrados a ver no sólo entre policías y ladrones, si no entre políticos de cualquier nivel; que le diré, hay unos que reaccionan peor que los inconformes de La Piedad, pues éstos últimos tienen el “pretexto” de que no estudiaron, ¿pero los otros? Si no, pregúntele al diputado Héctor Alonso, o a Víctor Hugo Islas o al “Niño Naranja”; o mejor, de una vez, a la Legislatura completa.
La última vez que me di de catorrazos fue poco antes de terminar la prepa. Una fulana me llamo “puta”. No sé por qué a las mujeres nos parece un insulto si partimos de la teoría de que cada quien hace con su cuerpo lo que quiere, pero le sigo contando. En aquel momento el término me parecía el peor de los insultos, y mi manera de desquitarme ante tal ofensa fue “resolver a madrazos lo que no me daba la gana resolver con el diálogo”.
Tuvieron que pasar años para que entendiera que la violencia genera violencia. Imagínese que ahora me peleara cada que alguien piensa y dice a mis espaldas eso mismo. ¡Uy!, me tendrían que poner un ring.
A lo que voy, es que lo que la lógica era que medida que transcurrieran los años, nos iríamos educando de tal forma que llegaría el momento (aunque quizá no me toque verlo) que se lograrían acuerdos, consensos, negociaciones con el diálogo, a pesar de las grandes diferencias llámense religiosas, políticas, amorosas, deportivas o sindicales.
Pero la realidad es otra. Cada vez somos más tecnológicos y menos humanos.
Nuestras relaciones son más íntimas con la Blackberry, el iPod, el internet y todas sus variantes que con las personas. Tanta civilización nos está llevando a lo primitivo. El pez grande se come al pequeño.
Es vergonzoso ver a personas en los noticiarios, independientemente del nivel socioeconómico, con palos, piedras y hasta metales tratando de defender una idea, un estatus o una propiedad. Pena debería darnos.
Catorrazos legislativos
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