En la película Goodfellas de Martin Scorsese revelan un secreto que pocos lo saben utilizar y muchos pecan de ello: presumir y lucir el producto del delito. La escena, si mal no recuerdo, es Robert De Niro, en un bar regañando a uno de sus seguidores porque la esposa de éste ultimo estrenaba una estola de piel carísima y muy llamativa; era de color rosa.
De Niro, interpretando a James Conway, se pone de mal humor pues le había dicho a todos sus secuaces que no gastaran nada hasta que pasara mucho tiempo después del golpe. Gastar dinero después de un crimen o cambiar de vida de la noche a la mañana genera muchas suspicacias.
El sabio dice: que se puede esconder la mano con la que se cobra pero no con la que se gasta.
El clásico reza: lo único que no se puede esconder en la vida es el amor, el dinero y lo pendejo.
Sirva estas citas para retomar el tema del momento: “Los Cazamarinistas” (pueden fondear con el tema ochentero “Ghostbusters”). Resulta que la sorpresa para todos los poblanos fue primero detener a Alfredo Arango, pero la cereza en el pastel fue Javier García Ramírez.
Si detienen a García Ramírez, seguro van por la joya de la corona: Mario Marín Torres. No creemos que el exgobernador haya sido tan iluso como para no saber de todas las irregularidades que se cometían en su sexenio. Que lo hayan engañado. Marín no ha dado la cara. Ningún exfuncionarios estatal ha dicho nada, el propio Javier López Zavala, quien aspira a senador se ha deslindado del tema, a pesar de que lo raspa. El PRI mismo ha hecho mutis ante este escándalo. Tragaron sapos sin hacer gestos.
Liberar la orden de aprehensión en contra de García Ramírez fue brutal.
Una medida dura.
Nadie, ahora, puede criticar al gobernador Rafael Moreno Valle.
Fue un golpe de legitimidad.
Si el actual mandatario ha cometido errores quedan borrados por esta determinación jurídica y mediática. Un buen porcentaje de poblanos habla sobre el tema, para bien o para mal, pero hablan.
El gobierno morenovallista no castigó errores administrativos o faltas en la comprobación de cuentas, lo que castigó fue el exceso.
Al girar la orden de aprehensión contra uno de los hombres más cercanos y con quien más transó el exgobernador se acabó la idea de si hubo o no pactos con el marinismo.
El error de Javier García Ramírez y de sus compañeros que ahora también son perseguidos fue más que obvio: exhibir y presumir.
Se les olvidó la máxima de James Conway: no gastar el dinero justo después de haber cometido el delito.
Quién no recuerda a los marinistas llenar los restaurantes poblanos. Estrenar carros, viajar a Nueva York para comprar en Etro, Gucci, Louis Vuitton, Ermenegildo Zegna, Sacks. Pasear por Milán o llevar puesto un Tag, Patek Phillipe, Hublot, Panerai o Chopard.
Ver a un Hernández Davy, por ejemplo, cenando en La Estancia Argentina o en reuniones en donde presumía su dinero. Por cierto, este exdirector del DIF también es perseguido por la justicia poblana.
Nadie había considerado el enriquecimiento ilícito (que en este caso resultó más que explicable). La atención iba sobre la revisión de cuentas públicas, pero nunca por el dinero personal, su manejo ante la Secretaría de Hacienda y sus cuentas bancarias.
La persecución seguirá un buen rato y en época electoral. Muchos sí ya se sienten más que nerviosos. Otros tantos, no duden, ya comenzaron a delatar más a sus excompañeros con tal de que su nombre no sea manchado. Todavía habrá más sangre y es que cada vez esto se asemeja a los tiempos de Robespierre y el “reinado del Terror”.