Ora sí, “la repartición de los panes”, el milagro que realizara el buen Jesús de Nazaret se va a quedar chiquito frente a las maravillas que profetiza “san AMLO”, virgen y mártir, si llega por segunda vez a la Presidencia de la República.
Construirá cinco refinerías más, hará miles de kilómetros de carretera, universidades gratuitas para todos los jóvenes, bajará el precio mundial del petróleo y el gas, también el de la energía eléctrica, construirá casa para todos los necesitados, su gobierno dará dinero a todos lo viejitos del país, cambiará la Constitución, los jorobaditos perderán sus jorobas, los enanos crecerán, los que tienen disfunción eréctil le tupirán al sexo con singular alegría, el amor será obligatorio y los narcotraficantes y los policías corruptos se convertirán en apóstoles de la caridad, por lo que sacará al Ejército de las calles. ¡Milagro, milagro!
Está claro que todos quisiéramos esos maravillosos actos bondad para el bienestar de la mexicanada, pero pienso que debemos de partir de nuestra penosa realidad: tristemente somos un país que ha sido saqueado históricamente por sus políticos y sus promesas vacías, un país que fue líder de América Latina y rico, muy rico.
Desde luego que prometer no empobrece, pero sí destruye el alma de la gente buena y bien intencionada. Se necesita estar ciego o haber nacido en Júpiter para no darse cuenta del juego irreal en el que quieren volver a meternos. Ya no hay pan que repartir y los peces han muerto en el mar de mierda en el que chapotean nuestros mártires de la política.
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