Si partimos de la base de que el periodismo por su naturaleza crítica se contrapone a los intereses del poder, nos debe quedar claro que nuestra profesión está destinada a vivir siempre bajo serias amenazas.
Resultaría ingenuo pensar que la persecución que hoy viven —o vivimos— algunos medios en Puebla es un asunto privativo de esta administración estatal. La historia del periodismo local tiene guardados muchos nombres de medios y reporteros, los cuales fueron exterminados por órdenes de los gobernadores en turno.
Salvó el caso excepcional de Melquiades Morales quien abrió la puerta a las libertades de los medios, no recuerdo un caso en el que las fobias y la intolerancia hacia los medios y la crítica no hayan terminado por imponerse. Para citar todos los casos de persecución a periodistas en Puebla requeriría cientos de páginas para relatar todos estos atentados a la libertad de expresión.
Sin embargo, mal haríamos en doblar las manos y pensar que esa es nuestra cruz y que la debemos cargar por siempre, porque aplicaría perfectamente el dicho: “mal de muchos, consuelo de tontos”.
No porque la naturaleza del periodismo se anteponga a las comodidades que pretenden los gobernantes debemos justificar los excesos en los que éstos incurren. En ese sentido, el foro celebrado el día de ayer en el Tecnológico de Monterrey, denominado Periodismo bajo Amenaza, resultó por demás interesante, sobre todo porque dentro del grupo de ponentes estábamos algunos periodistas que de manera personal hemos sido blanco de las amenazas del poder público, en aras de maniatar el ejercicio de la libertad de expresión.
Con sus personalísimos estilos y de acuerdo con las libertades que nuestros medios nos brindan, participamos ocho periodistas poblanos en la segunda mesa de este foro. Arturo Luna, Fernando Crisanto, Jorge Rodríguez, Alejandro Mondragón, Patricia Estrada, Armando Álvarez, Rodolfo Ruiz y este columnista desfilamos uno a uno para exponer nuestros propios puntos de vista.
A mi forma de entender el periodismo, el punto medular de este encuentro era disertar sobre las condiciones que se viven en Puebla para concluir si existen garantías para el ejercicio de la libertad de expresión. Para resolver esta disyuntiva, en mi participación decidí no ser yo quien resolviera la incógnita, sino la voz de un alto funcionario morenovallista.
De ahí que decidí retomar un fragmento de la grabación publicada hace unos meses en Intolerancia Diario, donde se escucha la voz del secretario de Seguridad Pública, Ardelio Vargas, ordenando que se les quitaran cámaras y grabadoras a un grupo de reporteros que cubría un violento desalojo en Chignahuapan.
“A esos cabrones no les devuelvan las cámaras, vayan hasta allá y bórrenles toda la imagen que tienen; de tontos nos van a acusar si se las devolvemos. ¡Que chinguen a su madre! Nos agredieron, también eran parte de ese grupo."
Si así se expresa el secretario de Seguridad Pública de los periodistas es evidente que en Puebla no existen condiciones de seguridad para ejercer nuestro derecho a la libertad de expresión.
Aunque, para la mala fortuna de los gobernantes, siempre habrá reporteros valientes dispuestos a todo con tal de cumplir con su vocación de investigar e informar.
Desde aquí mi reconocimiento a quienes participaron en este interesante y enriquecedor ejercicio periodístico.