A casi dos años de haber entrado en funciones, la nueva administración tiene grandes deudas con el compromiso ciudadano que adquirió, luego de su triunfo electoral el 4 de julio de 2010.
La gran divisa era hacer un gobierno diferente, sobre todo luego de los grandes excesos y errores en los que incurrió la administración de Mario Marín Torres. La agenda ciudadana marcaba como prioridad la división de poderes, la transparencia y el respeto a los derechos humanos, eso y no las grandes obras, marcarían una diferencia y una nueva forma de hacer gobierno.
Hoy en Puebla las cosas están peor que en 2010 en la agenda ciudadana. Si bien es cierto que hoy existe una obra pública como nunca en la historia de la entidad, también es un hecho que la vida democrática de la entidad regresó a los años 40 con el avilacamachismo, transformado ahora en morenovallismo. La vida democrática de la entidad se ha trastocado desde el momento en que el gobernador cuenta con 41 empleados en el Congreso local, lamentablemente la actual Legislatura ha sido la peor en toda la historia de Puebla.
Sin oposición que pueda hacerle sombra al mandatario estatal, éste se ha encargado de modificar a su antojo las leyes en Puebla, todo para incrementar su poder y entronizar su maximato en la entidad y todo ha pasado por el Congreso, el cual no ha tenido la mínima dignidad para evitar estos cambios.
La primera medida fue aprobarle a Moreno Valle, bajo el pretexto de empalmar los procesos electorales, que por primera vez hubiera una legislatura en funciones que durara 4 años 8 meses en funciones, así como alcaldías de 4 años 9 meses, pero la cereza del pastel fue la creación de una minigubernatura de 1 año 8 meses en funciones.
De este modo, Rafael Moreno Valle será el único gobernador que estará en funciones oficialmente 6 años, pero extraoficialmente casi 8 años, si se toma en cuenta que comenzó a gobernar desde el 5 de julio de 2010 y terminará con su minigobernador en 2018. Todo esto tiene que ver con su sueño presidencial también y por eso acomodó los tiempos a su antojo.
Otra vez en complicidad con sus empleados del Congreso local, modificó la ley para que su otro empleado, David Villanueva Lomelí, en vez de estar siete años en el desempeño de sus funciones pudiera estar 14 años y además goce de fuero constitucional, para que no le pase lo de su antecesor. También en complicidad con sus empleados del Congreso local, renovó el Tribunal Superior de Justicia en el estado, pero no bajo los criterios de verdaderamente profesionalizar al Poder Judicial de Puebla, sino bajo los del amiguismo y el entreguismo total.
De esta forma para dejar constancia de quién manda en Puebla nombró magistrado a su operador político Roberto Grajales Espina, obra sin ningún antecedente dentro del Poder Judicial de Puebla, lo cual se consideró como una verdadera bofetada para los abogados poblanos.
Con la Comisión de Derechos Humanos, el Instituto Electoral y la Comisión de Acceso a la Información dominados también por empleados del gobernador, Puebla retrocedió 70 años en el calendario quedando sólo algunos medios de comunicación como un pequeño contrapeso para denunciar los excesos del mandatario estatal.
Queda comprobado en los hechos que el actual grupo en el poder, al cual tanto le gusta compararse con el marinismo, ha rebasado en todo a sus antecesores principalmente en los excesos y en su vocación antidemocrática.
En 2013 por fin se abre una luz de esperanza para que puedan llegar los equilibrios a Puebla. Hay una nueva administración federal encabezada por un partido diferente al del gobernador Moreno Valle y viene una elección intermedia que puede y seguramente será definitiva para definir el rumbo de la entidad en los próximos 20 años.