Termina el 2012 y es tiempo de hacer un balance sobre la vida política de la entidad y sin duda el peor papel de este año se lo lleva el Congreso local, lleno de personajes sumisos y agachones.
Si el primer año de la actual Legislatura se pudo calificar como prometedor bajo la guía del diputado de Nueva Alianza, Guillermo Arechiga Santamaría, quien demostró con creces lo que hace el “colmillo”, el segundo año de la actual bancada local se puede calificar como un desastre.
El problema comenzó cuando José Luis Márquez Martínez asumió la presidencia del Congreso local, luego del acuerdo realizado para turnar la Gran Comisión, transformada después en Junta de Gobierno. Márquez mantuvo durante los primeros meses la coordinación en el trabajo y las formas políticas, pero cuando dejó la presidencia para irse como candidato, ésta recayó en un joven inexperto y lleno de protagonismo que llevó a la Legislatura local a niveles de ignominia, su nombre: Edgar Salomón Escorza.
Lleno de hambre de poder y dinero, el priista convirtió a la Legislatura local en una auténtico prostíbulo. Urgido de demostrar su servilismo, el bisoño “líder” de la Legislatura local no se cansó una y otra vez de tomar una serie de medidas desafortunadas, que simple y sencillamente dejaron al resto de sus compañeros como auténticos empleados del gobernador.
El resto de sus compañeros, por miedo o por tener amplios expedientes de corrupción, se dejaron llevar también hasta convertirse en tapetes o trapeadores. Cabe señalar que existieron y hay que decirlo, sus honrosas excepciones, como Ana María Jiménez y Juan Carlos Espina von Roehrich.
El colmo de la ignominia llegó cuando por un mero capricho y cuestiones partidistas, la Legislatura local aprobó en menos de 40 minutos y sin estar presente el presidente de la Comisión de Gobernación, una reforma a la ley electoral “al vapor” para que el inicio del proceso electoral se pasara de noviembre a enero, simplemente para impedir la reelección del presidente estatal del PAN, Juan Carlos Mondragón Quintana, lo cual dejó muy mal parada a la Legislatura.
Ni que decir de la actuación que el Congreso del estado tuvo en la renovación del Instituto Electoral, el Tribunal Superior de Justicia y la Comisión de Acceso a la Información Pública, una auténtica burla y una verdadera vergüenza. Punto y aparte debe de ser la actuación de la bancada del PRI en la actual Legislatura, llena de personajes zalameros, indignos, lambiscones y achaparrados.
El nuevo dirigente estatal del tricolor, Pablo Fernández del Campo, debe de analizar muy bien la actuación de los diputados locales del PRI, muchos de los cuales quieren ahora ser candidatos a presidentes municipales para seguirle sirviendo al gobernador Moreno Valle.
Bien, muy bien deberá de revisar Fernández del Campo expedientes como el de Edgar Salomón que ahora aspira a ser candidato a presidente por el PRI en Texmelucan y de David Huerta, quien busca ser alcalde de Tepeaca. Ambos son empleados del gobernador Moreno Valle y son vistos con buenos ojos en Casa Puebla para apoderarse de estas dos presidencias municipales, mucho trabajo tendrá Pablo Fernández si es que de verdad quiere privilegiar la militancia y la lealtad partidista.
Que lástima por esta Legislatura, integrada por muchos jóvenes que prometían ser la nueva generación que iba —según ellos— a cambiar la forma de hacer política en Puebla, quedaron reducidos a empleados del gobernador, los cuales no generan el mínimo respeto aunque muchos de ellos de la nada pasaron a ser ahora hombres con abundantes carteras y carros de lujo, ojalá puedan mantener su ritmo de vida, luego de que dejen de ser empleados del mandatario estatal porque para Moreno Valle son como un kleenex, que se usa y se tira.