Según nuestros ilustres juristas, en México somos un ejemplo de respeto a la ley para todo el mundo. Pregonan por doquier la impartición de la justicia y el respeto irrestricto a la ley, por encima de todo, inclusive por encima del nahual que es un “don nadie” o del pinchurriento mexica que no tiene en qué caerse muerto. “¡Esos, que se jodan!, para qué son pobres o porque no aprendieron a hablar francés, inglés o chino.
Al menos eso es lo que entendemos los legos en la matería y que tampoco entendemos cómo se puede hacer millonario un ministerio público o un juez de Chicuilixtla de Cusklán, o de dónde con su sueldo. O cómo pueden andar en la calle el criminal y la “rata” que trabaja o trabajó para el gobierno o para algún partido político después de haber resistido sobre su cartera estoicamente “todo el peso de la ley”. Mientras que el miserable “don nadie” que “se presume” pudo haber robado un pan por hambre, lo cuelgan de los “tompiates”. ¡No entiendo!
De una cosa estamos (il popolo tuto) convencidos: en nuestro país, la ley es ciega pero no tarada y el espíritu empresarial de nuestros ilustres impartidores de justicia y sus vigilantes no tiene límite. Así, desde el más “pizcachero” ministerio público hasta el más encumbrado jerarca iluminado sabe que business are business.
Muchos mexicanos pensamos que a veces el criterio de los jueces y de los ministerios públicos es pobre y falto de criterio: yo pienso que no es pobre, sino inexistente, que padecemos una total “esCassez” de criterio y legalidad en la impartición de justicia.
Cuando los partidos políticos hablan de “un plan por México”, jamás se refieren a terminar con la corrupción, que es donde nace el hambre, la inseguridad, la falta de civismo y el desinterés por el país… ¿por qué será que no lo hacen?
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