En medio de una engañosa calma chicha, el gobernador de Puebla disfrutó este fin de semana la celebración del Tianguis Turístico, empañada por el desaire del presidente Peña Nieto.
Tras los primeros impactos que azotaron Puebla, después de la detención de Elba Esther Gordillo y de la tempestad provocada por los embates de los medios nacionales, el pasado fin de semana los vientos cesaron para convertir a la Angelopolis en un escenario espectacular que recibió a los visitantes que acuden al magno evento turístico.
Por momentos, cual espejismo, parecieron retornar a Puebla los tiempos de júbilo donde más que vivir en un estado habitábamos en el reino morenovallista. Tiempos que evidentemente se fueron para no volver.
Sin embargo, este fin de semana el Señor de los Cerros se dejó querer. Y el recuerdo de la noche del 5 de mayo pasado hizo suspirar a la clase morenovallista.
Cómo olvidar aquellos festejos por los 150 años de la Batalla de Puebla. Aquella noche en donde, en cadena nacional, Moreno Valle se codeaba con el presidente Calderón y con toda la clase política de nuestro país.
Eran los tiempos de gloria del reinado morenovallista.
Así las cosas, el pasado fin de semana el gobernador paladeó las mieles de poder, en medio de una “escalofriante” tranquilidad.
Evidentemente, el gobierno federal decidió darle una tregua al gobernante panista para garantizar un Tianguis Turístico exitoso.
Sin embargo, la ausencia de Peña Nieto no es casual. Si bien es cierto que el presidente se fue al Vaticano, también lo es que podría haber clausurado el evento.
Salta a la vista que el hombre fuerte del gobierno federal evita a toda costa la cercanía con Moreno Valle.
Y aunque no faltaron quienes vieron en la presencia de Moreno Valle en el Palacio Nacional —al día siguiente del Elbazo— una muestra de fortaleza del poblano, la realidad es que los desaires posteriores demuestran lo contrario.
Es un secreto a voces que “lo peor, está por venir” para el Señor de Los Cerros, y eso explica el frío de Peña hacia Moreno Valle.
De ahí que la calma chicha que se vive en Puebla por el Tianguis Turístico tenga como única explicación que el gobernador esté metido —sin saberlo— en el ojo del huracán.
Y si no, al tiempo.

La explosión de Nativitas
Lo sucedido en Tlaxcala, donde una explosión en cadena de cohetes de fiesta provocó la muerte de 17 personas y un centenar de heridos, debe ser tomado como un trágico aviso para las autoridades poblanas, ya que en nuestro estado existen cientos de fábricas clandestinas, las cuales abastecen todas las ferias de nuestros pueblos.
Descubrir los polvorines no tiene ciencia, la ubicación de las casas fabricantes de cohetes es de dominio público. Y todas trabajan sin medidas de seguridad.
En conclusión, operan bajo la complicidad de las autoridades, sin que éstas muevan un dedo.
Una tragedia más y el gobierno la cargará en su conciencia.