“¡Tú y tu pi$&=* Pueblo Mágico!”, me gritó Pelayo, mi “pelayo” amigo. Venía echando chispas porque había llegado tarde, cuarenta minutos, a nuestra cita para comer en un restaurante de San Andrés Cholula. Cómo puedes vivir en este “cochinero”; pasé por el área de la pirámide y da pena ajena: todo mugroso, descuidado, pintarrajeado, lleno de baches… las banquetas invadidas de letreros y “changarros”, dónde está lo mágico…
—¿Qué quieres que te diga, Pelayo?
En el camino para acá encontré un tráfico y un caos de locos. Nudos, cerrones, la gente va como “pedo” en las avenidas; en la glorieta de McDonald’s te juegas la vida para dar la vuelta, y no hay ni un méndigo policía de Tránsito en ella… y el único que vi estaba papando moscas mientras la gente se estacionaba en doble sentido y dos carros se mentaban la madre en sus barbas. “¿Qué te puedo decir?”, repuse.
Qué poca, cómo les ven la cara a los que viven aquí. ¿Dónde está su alcalde? ¿Quién es y de qué partido es? —‘Uepa la bola— le contesté. Dirás “sepa” la bola, no ‘Uepa y la bola… —Es lo mismo, aquí vivimos en una anarquía panista canija, vas a ver hoy en la noche cuando quieras dormir en paz… — ¿Qué?, no jodas, a poco es peor la cosa… —‘Uta, nomás te digo que han convertido a San Andrés en la cantina más grande del país— ¿Dónde está lo mágico de San Andrés, en la lana que les deja a los amos y señores que gobiernan tu “mágico” pueblo? —¿Qué quieres que te diga?— le repuse con vergüenza. C$%?%”&, esto es un robo en despoblado, un abuso descarado.
—¿Qué quieres que te diga?
Pueblo Mágico mis “tompiates”, dijo con sorna; que bola de…
—¿Qué quieres que te diga, mi querido Pelayo?
Luego la mesera se acercó y nos mostró “la carta”. No se si pedir un espagueti o unas chalupas.
—¿Qué quieres que te diga?, Pelayo… yo me la he pasado tragando camote desde hace un buen.
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