Ora’ si es un verdadero mazacote esto de las elecciones, no entiendo ni  “mais”… o no quiero entender: así que mejor te cuento algo sobre la triste vida de Don Agapito Bales Partida y su familia, y de cómo el nombre tiene mucho que ver en nuestras vidas.
Don Agapo —así le decían sus cercanos— era un hombre más bien tímido, idealista y bueno como el pan. Su frustración empezó desde su tierna infancia, cuando sus compañeritos de clase le llamaban “Pito”. Así nació su timidez.
Su vida transcurrió y podemos decir que nadie en Zacatelkito —su amado pueblo natal— daba un quinto por él. Sin embargo, a pesar de su notoria timidez y del hecho de sobrevivir con el peso de su familia en los hombros, Don Agapo pudo establecer en Zacatelkito un exitoso puesto de “esquites”.
Obviamente, los padres de Don Agapo se sentían avergonzados del negocio de su tímido hijo. Agapito provenía de una familia de alcurnia; era un Bales de parte del padre y Partida, de madre. Sin embargo, para la mayoría del pueblo, Don Agapo era una persona “linda”, digna de respeto y cariño.
Al tiempo conoció a Rosalía Unapura Wellington, una hermosa mujer hija de un afamado escritor papuano que por casualidad llegó a vivir a Zacatelkito. Se casaron y procrearon tres hijos: Amada, Agapito y Severo.
Por azares del destino, los tres se dedicaron a la venta de “esquites” y los tres fueron un verdadero fracaso, hasta que se fueron de Zacatelkito y se dedicaron a la polaca. Amada Bales Unapura se convirtió en abogada defensora de los derechos, Agapito y Severo Bales Unapura hoy ocupan sus respectivas curules en la Cámara de Diputados, y tienen bajo su responsabilidad la comisión de la vigilancia de la propaganda política.
Agapito Bales, su padre y guía, murió al caerle encima la carga de un camión de volteo que contenía propaganda política, y Rosalía Unapura se retiró al monasterio de las madres del Perpetuo Arrepentimiento en Zacatelkito…