Rosalía tenía el presentimiento de que el espíritu de su difunto “Pito”, Agapito Bales, no descansaba en paz porque ella oía ruidos por las noches. Decía que oía como si alguien arrastrara cadenas por el piso, llantos y lamentos. “Cocoy”, su nuevo compañero de vida y brujo de profesión, sabía que esto era cierto porque él también había escuchado lo mismo, sólo que a él le valía gorro.
“Cocoy” sabía que “Pito” quería advertirles que sus hijos, Agapito, Severo y Amada, estaban en serio peligro. “¿Qué significan esos lamentos?, Cocoy”, preguntaba Rosalía.
“Pito te quiere informar que andan buscando a tus hijos para meterlos al tambo por haberse quedado con el derecho de piso que habían cobrado a las escuelas y las iglesias de Zacatelkito, en lugar de entregárselo a su partido, el MOCHE (Maestros Orientados al Civismo, la Honestidad y la Educación).”
Para acabarla de amolar, Agapito y Severo habían mandado a volar al doctor Bejar-Ahmo, presidente del EPNVM (El País Nos Vale Madre). Rosalía ignoraba esta situación, ella pensaba que sus hijitos eran buenas personas, honestas y trabajadoras, a pesar que desde chiquitos se divertían arrancándole los pelos a su gato, “El Ciudadano”, y metían a la abuelita en el baúl de la ropa sucia.
Obviamente, “Cocoy” intuía que los hijos de Rosalía eran unos verdaderos cretinos faltos de “tompiates”, pero jamás se lo dijo, porque no quería lastimarla. Si había algo que a “Cocoy” le hirviera la sangre eran los políticos deshuesados, no podía comprender cómo era posible que se sintieran émulos de Morelos, de Hidalgo, de Zapata y demás, cuando que su pobre padrino había perdido la vida al no poder llegar a tiempo al hospital por una marcha de protesta en la capital. Su sobrino, Nicanor, jamás pudo conseguir chamba por la porquería de educación que le dieron sus “maestros” (del MOCHE) en la primaria.
“¡No me salen las cuentas!”, gritaba a voz en cuello en el camión que lo llevaba de su amado Catemaco al DF. “¡Son 20 millones contra mil o cinco mil gandayas corruptos!” (Se refería a las marchas.)
“Cocoy” sabia que a los del EPNVM, al “Señor de los Elásticos” y a los “Noroños” no les esperaba un futuro venturosos, porque Kukulchibao (el Señor de la Verdad con muchos huevos) iba a hacer que se les pudriera todo lo que comen y que les arda la “coliflor” como si les pusieran chile piquín cuando fueran al baño, y la lana que se tranzan se les iba a convertir en sopa de ajolotes.
“Cocoy” siempre ha sido muy acertado en sus “trabajos”.