No podía creerlo: Pelameyá, el amigo extraterrestre de “Cocoy”, había aceptado contactarme a mí también. Llegué a las 9 en punto a su casa, Rosalía me abrió la puerta y me llevó hasta un saloncito con piso de tierra que no había conocido. Ahí estaba “Cocoy” ya sentado en cuclillas y su inseparable vaso con tlapehue. “Siéntate, ‘cuate’”, me dijo Pelameyá, “que le pegues un trago a mi tlapehue y pongas tu espíritu en paz”. Lo hice y empecé a sentir que los ojos se me cerraban. “No te duermas”, susurró “Cocoy”. Abrí los ojos y ví a un a un hombre vestido con un traje metálico, era Pelameyá en persona.
“He visto que te intriga lo que les dije, respecto a la ley de causa y efecto que mueve al universo”. “Sí, cómo lo sabes”, pregunte. “Los hemos vigilado desde hace miles de años y hemos podido ver cómo su egoísmo los está destruyendo; mira, por ejemplo: ¿No se te hace irónico que hayan entrado des fenómenos atmosféricos que han aislado, sobre todo a determinadas regiones de tu país, las regiones de donde vienen las personas de la CENTE que han asilado a los habitantes de la capital? Ahora son ellos o sus familias las que han quedado aisladas, las que se han quedando sin víveres y desvastadas.
”La capital es la entidad que más ayuda presta a otras regiones cuando están en desgracia; ¿sí o no?”, preguntó. “Sí”, repuse. “¿Tú crees que la gente que perdió su trabajo, o que ha tenido que cerrar su negocio, o la que ha perdido la vida de algún ser querido, o las personas a las que golpearon e insultaron van a ayudar con la misma voluntad?… Esa es la ley de causa y efecto”, señaló.
“Sin embargo, siempre han existido humanos que hacen a un lado su ego y a pesar de todo piensan en sus semejantes; gente buena que está por arriba de los seres de vibración baja que sólo buscan su beneficio personal por encima de lo que sea”, concluyó.
“Bolas, perico”, comentó “Cocoy”. Esas palabras me hicieron abrir los ojos. “¿Pus’ qué estaba soñando?”, le pregunté a “Cocoy”. “No, güey, así se comunica Pelameyá”, repuso mi anfitrión.
Las palabras de Pelameyá todavía resuenan en mi cerebrito… No sé si el tlapehue que me zumbé fue el causante de semejantes rollo… No lo sé. “Lo que siembras, cosechas”, dijo “Cocoy”, como si hubiese escuchado mis pensamientos.