Era un espectáculo formidable, todo era bullicio y alegría. Largas colas en las que se arremolinaban franceses, ingleses, alemanes, africanos y hasta chilangos. Miles y miles de personas ansiosas por lograr obtener un lugar en “La Estrella de Puebla”. Los automovilistas estacionaban sus “naves” donde podían, mientras que 300 chinos caminaba sobre el flamante puente que los llevarían hasta la nueva y grandiosa rueda de la fortuna. “La Estrella de Puebla” brillaba en todo su esplendor. De pronto vi pasar dos aviones de guerra cruzando los cielos como de rayo, al tiempo que de la taquilla de “La Estrella de Puebla” salió un tanque de guerra. Una coreana que estaba junto a mí me sacudió de tremendo golpazo.
Así es querido lector, me había quedado jetón viendo la tele en casa de mi primo y la mentada coreana era en realidad mi vecina que, sin piedad, me había zorrajado tremendo zape en la nuca para despertarme. Retomé la compostura y traté de recordar que era lo que habíamos estado viendo en realidad. Era un capitulo de Los Soprano, una serie de gángsters que hizo fama hace como cuatro o cinco años.
La verdad no supe en qué momento me quedé dormido, pero lo que me intrigaba más era la loquera que mi cerebro había construido… ¿Me habría caído de peso la cena o habría sido que me he estado preguntando cuántos años necesitaremos para pagar la mentada “Estrella” poblana? ¿Qué caramba tenían hacer Los Soprano en mis sueños? ¿Y la coreana?… No le hallo.
Este sueño loco me recordó otro que tuve la semana pasada: Soñé que estaban asaltando a una jovencita en el barrio de Santiago y de inmediato aparecían tres fornidos policías en auxilio de la vecina. Después, dos ladrones salían de las coladeras y me amenazaban con un tubo pero, en menos que canta un gallo, aparecían otros policías en mi auxilio. Caminaba por diferentes partes de la ciudad y había siempre seguridad a toda prueba: cámaras de vigilancia y patrullas que vigilaban todo el tiempo a la ciudadanía. Una ancianita se me acercaba y me decía: “Qué lindo es vivir en un lugar tan seguro, qué bien se siente el saber que nuestros impuestos sirven de algo”.