La neta, estoy triste. Uno de mis cuatro lectores se puso malito. Espero que para estas alturas del partido ya se encuentre flechando jabalíes o billetes, o lo que sea.
La verdad es que los humanos no tenemos remedio; mientras gozamos de salud, ni nos acordamos de que ni la salud ni la vida son para siempre. Cuando por primera vez uno oye pasos en la azotea, cuando sientes que te va a cargar el pintor, se acalambra uno todito y hasta religioso te vuelves. Es absurdo, lo entiendo. Imagínate que todo el tiempo vivieras consciente de que cada día que pasa vas dejando un pedazo de ti en el coche, en la oficina o rascándote las orejas.
Como todo en la vida, tenemos dos opciones: o te haces güey y finges demencia o agarras el toro por los cuernos y tratas de vivir de acuerdo con esa realidad y tratas de ser lo menos gandalla posible, por si las recochinas dudas. La verdad, uno debería desaparecer sin armarla de tos ni armar tanto desgarriate. Quién sabe como sería la humanidad si fuéramos eternos. Yo creo que actuaríamos igual que ahora, porque actuamos como si lo fuésemos.
Si te pones a pensar, lector querido: en esta hermosa y “estrellada” Puebla ha dejado de ser “De los Ángeles”, hoy es ya una Puebla de los “mala onda”, de los ojetes, diría mi compadre el “pelangoche”. Todo indica que el crimen organizado ya está aquí o, mejor dicho, siempre ha estado aquí, nomás que nos encanta hacerle al avestruz; aunque la cabeza no la metemos en un hoyo sino en fajos de dólares.
Esta situación nos deja clara que en cualquier momento un matalote tizo nos puede sacar de este Valle de lágrimas. A menos que este Valle se ponga las pilas y extienda su piadosa mirada a los pobres maceguales que poblamos Puebla, podría brindarnos la seguridad que añoramos. Entiendo que un Valle de lágrimas es un Valle de sacrificio, pero no la jodan, es necesario meter un poco de orden en este exangelical lugar.
Espero que mi tercer amable lector salga adelante y vuelva pronto a acompañarnos entre estas páginas.