Durante estas dos últimas semanas, aprovechando mi estadía por tierras ibéricas, he podido dar un repaso diario a los medios españoles, en donde se respira una notable libertad entre una fuerte mayoría de periodistas.
Por supuesto que el propio lector sabe y reconoce las tendencias políticas, ideológicas y de negocios que existen entre los medios españoles más importantes, aunque éstos han sabido dar y respetar espacios a plumas y voces críticas.
Vaya bocanadas de oxígeno las que me he dado en este envidiable clima que viven los periodistas europeos, en donde —claro está— no todo es perfecto, pero, al compararlo con lo nuestro, me parece muy cercano a ello. 
Sin el ánimo de caer en malinchismos desmedidos debo reconocer que el periodismo nacional ha sufrido una lenta pero determinante evolución para que los conceptos democráticos del México actual tengan un mayor soporte social de los que vivíamos hace apenas unas tres décadas.
Actualmente, en la capital del país existen medios independientes que trascienden y otros que, pese a los intereses de sus dueños, les ofrecen libertades a algunas de sus plumas para legitimar a sus empresas de comunicación.
Por supuesto, en esta libertad y apertura informativa no están contemplados ni Televisa ni TV Azteca, además de algunas cadenas de radio y editoriales, con sus marcadas excepciones.
Para fortuna de los capitalinos, en la radio y la televisión local cuentan con opciones para ajustar sus criterios informativos.
A diferencia de la capital, en Puebla el cuadrante radiofónico está secuestrado por el grupo en el poder, de la misma forma que las tres televisoras locales, incluida —por obvias razones— la televisora estatal.
Lo que hoy se vive en los medios electrónicos locales cada día se parece más a la Televisión y a la Radio Castrense Cubana, en donde más que informar rinden culto a su general en jefe, a quien idolatran como si se tratara de una deidad.
Basta con escuchar los resúmenes de radio y televisión de cualquier grupo para entender que en este estado no existe nadie más bondadoso, visionario, talentoso, caritativo y carismático que el mismísimo Señor de los Cerros.
Y cómo no va a ser así, si la política de medios del gobierno del estado es controlada a niveles comparables con los que impuso Castro en la isla caribeña.
De entrada, los resúmenes de noticias no los escogen ni los jerarquizan los directores de los medios, sino en la Dirección de Comunicación Social del estado.
Desde ahí se editan videos, audios, fotos y se cabecean las notas para que sean los conductores de cada noticiero los que lean los textos oficiales.
Es desde esa misma oficina es donde se asignan los espacios paras las entrevistas de los funcionarios morenovallistas en cada espacio noticioso. Es decir que ya nada más les avisan quién va y a qué hora va a ser entrevistado, con su respectiva lista de preguntas.
En la Puebla de hoy lo de menos es el interés periodístico para exigirles a los funcionarios respuestas a los problemas del estado. Se trata de promover y ensalzar la extraordinaria labor gubernamental de quienes están “transformando” Puebla.
Por supuesto que no sólo ordenan entrevistas, también vetan y prohíben la presencia de los considerados enemigos del gobernador.
Y por si fuera poco, es desde la misma oficina de comunicación social donde abren espacios a los diputados locales para que promuevan las reformas emanadas en Casa Puebla, en una clara muestra de que el Legislativo es un simple colaborador del Ejecutivo, en otra prueba del autoritarismo implantado por Moreno Valle.
Y cómo no van a suceder estas cosas, si en Casa Puebla no existe una sola persona capaz de disentir con el poderoso dictador.
Lamentablemente, la traición profesional de un señor periodista como Fernando Crisanto, con tal de estar cerca de su viejo amigo, ha creado las peores condiciones para el ejercicio periodístico en la historia moderna de Puebla. Y no lo digo yo, lo dicen los propios reporteros que vivieron y padecieron a gobernadores como Mariano Piña Olaya, Manuel Bartlett y Mario Marín. Reporteros que hoy —en su mayoría— coinciden con que los tres antes nombrados son niños de pecho ante el control que ejercen de los medios sometidos al morenovallismo.
Me resisto a creer que la actual política de comunicación morenovallista haya nacido en la cabeza de un periodista como Crisanto —lo creería más de Marcelo García—, aunque ya estando ahí debe ser misión imposible decirle que no a su intransigente jefe.
Hace apenas unos días que hablábamos de cómo Marcelo García confesó haber sido el autor del derroche millonario por la campaña nacional de su jefe por motivo de su tercer informe de gobierno. Pero que en esta Puebla en donde a todos les aplican la ley sin piedad —menos a los funcionarios morenovallistas— el tal Chelo sigue siendo el responsable de la comunicación social de la capital del estado, en medio de una total impunidad.
Es tan absurda la continuidad de Marcelo, que la podríamos equiparar con un médico que confiesa la muerte de un paciente por negligencia y el secretario de Salud no le suspende su cédula profesional, o hasta lo nombran director de un hospital.
Pero como en la Puebla morenovallista la ley está para reventar a los enemigos y beneficiar a los incondicionales, los veremos seguir haciendo de las suyas por lo que resta del sexenio.
Lo bueno es que cada día falta menos.