El coaching es un proceso de aprendizaje para desarrollar el potencial de la persona en función de su proyecto. El primer paso es el que lleva un poco más de tiempo. El proceso terapéutico toma como eje conductor al proyecto. Una vez que se logra definir (con la premisa de que en el camino todos los cambios al proyecto original son esperables y muy válidos), el plan de acción a desarrollar aparece, decanta solo.
El segundo paso implica la definición del plan de acción. A esta altura, ya se han explorado tanto los recursos con los que se cuenta, como aquellos que aún deben procurarse. Semana a semana se evalúan las acciones realizadas y los resultados obtenidos. Así, el proceso terapéutico se convierte en un camino mensurable y eso justamente es lo que lo transforma en una terapia distinta, estimulante. No sólo la persona en forma subjetiva siente los avances que va logrando, sino que todo su entorno los percibe y este reconocimiento suele generar una mayor predisposición para seguir adelante.
El proyecto organiza el proceso terapéutico
Cuando la idea empieza a plasmarse en la realidad comienzan a suceder cosas que suelen sorprender. Se ven posibilidades que antes no se tenían en cuenta o bien no se consideraban relevantes. Cuando las acciones se orientan hacia las metas, las cosas se comienzan a ordenar. Séneca dijo que ningún viento es favorable para el que no sabe adónde va. El proyecto funciona como “eje organizador” de nuestros días y así aparece naturalmente el orden de prioridades.
Puede suceder que una vez que pasamos a la acción nos demos cuenta de que nuestro objetivo no era tan consistente o nuestro compromiso para lograrlo no era tan fuerte. Esto significa también un avance significativo. A partir de allí, dejaremos de pensar en aquello que quizás creíamos que era nuestro deseo y empezaremos a visualizar un nuevo proyecto. Si no lo intentamos, no vamos a poder pasar a esta segunda instancia de replanteo.
Los obstáculos
Aquello que en el pasado fue un obstáculo, un problema a resolver, hoy forma parte de nuestros recursos. Superar obstáculos implica a menudo generar habilidades nuevas que, de no habernos encontrado frente al problema, quizás no hubiésemos desarrollado nunca. Los obstáculos probablemente nos lleven a ampliar nuestra red de contactos, a investigar áreas desconocidas para nosotras, a establecer nuevas alianzas e incorporar aprendizajes.
El hábito de postergar
Hay asuntos que venimos arrastrando año tras año, cuestiones sin resolver que generan tensión cada vez que algo nos hace referencia a ello. Este es un indicio de que el tema sigue pendiente. Cuando creemos que ya no nos interesa, que dimos vuelta la hoja, la cuestión vuelve a “hacer ruido”. Esto indica que sigue siendo un asunto postergado. Vale entonces preguntarse por qué postergamos. O, mejor aún, para qué postergamos.
La postergación sostenida en el tiempo genera malestar psíquico y a tal punto afecta nuestra calidad de vida, que hoy es objeto de estudio en psicología y es conocido como “procrastinación”. Es así que solemos encontrarnos postergando hasta las más sencillas decisiones cotidianas.
El hábito de postergar genera gran tensión al no completar aquello que decimos que es nuestro deseo a realizar. Pensemos en ejemplos muy simples: quien sabe que debe comenzar una dieta, al escuchar alguna conversación referida al tema comienza a sentir un malestar que no sentiría si al menos hubiese encarado una primera acción al respecto. No hace falta llegar al objetivo final para salir de la postergación, solamente con dar el primer paso el estado de parálisis cede y la persona logra pasar a un estado de acción que genera bienestar inmediatamente.
Otros factores que inciden en este hábito de postergar son la falta de tolerancia a la frustración y la búsqueda de la perfección. Sabemos que la acción implica riesgos, desafíos y posibles fracasos, pero de eso se trata el aprendizaje justamente, de experimentar.
La terapia basada en la elaboración de un proyecto plantea un esquema similar a la experiencia de conducir un auto: la mayor parte del tiempo es imperativo que la persona al volante mire hacia delante, en ocasiones usa los espejos laterales y en otras el retrovisor. A diferencia de otros enfoques, este es un proceso terapéutico donde mirar hacia el futuro hace que surjan, como consecuencia de este ejercicio, las cuestiones irresueltas del pasado.