A ver: Nuestros gobernantes y sus lodosos partidos nos han metido hasta el tuétano la idea de que todos los males se deben a la corrupción galopante en que ¿vivimos? Nada más alejado de la verdad que esa triste aseveración.
La corrupción no es la enfermedad que padecemos en el país, la corrupción es el síntoma. La enfermedad mortal que nos está matando se llama IMPUNIDAD. Si la impunidad existe es porque las personas responsables de hacer cumplir la ley son los injustificablemente corruptos —llámense policías, ministerios públicos o jueces—.
Puedo entender que algunos de estos servidores públicos sean presa o hayan sido presionadas por el narco o por alguna otro tipo de calamidad, pero si tuviésemos diputados y senadores honestos tendrían a quien acudir, pero si los que conforman la Cámaras han obtenido sus puestos gracias al haber facilitado y solapado la corruptelas del otro, no veo cómo podremos romper esta cadena, no de corrupción, sino de complicidades que fomentan la impunidad.
“Haz como que no sabes nada ni nunca has visto nada, en cuanto sea posible yo te pongo en donde puedas actuar como yo, con total impunidad. Ahora, si eres de la familia, mejor, eso facilita las cosas”.
Pobre México, ¿qué quedó de aquellas Cámaras compuestas por una gran variedad de personas con diferentes oficios? Maldita sea la hora en que las Cámaras se volvieron comederos insalubres de los mentados “licenciados”, licenciaos, es decir, con licencia, ¿para qué? Para fomentar y facilitar la impunidad que nos lleva a una enfermedad que se manifiesta como CORRUPCIÓN, crimen, injusticia... y muchas mugres más.