Siempre me habían dicho que a aquel que “obra” mal se le pudre la cola. Esto me ha hecho imaginar cómo tendrá la cola el señor López, López Obrador, desde luego.
La vedad no sé cómo tendrá ha cola, hoy en día, y francamente me importa un queso cómo la tenga; pero lo que me intriga es cómo le hizo para llegar a ser dueño de un partido político después de haber dejado de chambear desde hace años, desde que era regente del ex DF. Cómo le hizo el ex dueño de un humilde surito para poder tener casas y cosas al más puro estilo de Donald, de Donald Trump, no del pato Donald, cuya única propiedad eran sus sobrinos.
A mí me da coraje, porque cuando yo “obro” mal lo único que me pasa es que me estriñoy sigo sin tener un pinchurriento clavo, ya no digamos para comprarme un partido político, sino pa´ cambiarle las llantas a mi carcachón que, dicho sea de paso me ha costado “sangre, sudor y lágrimas”…como cuando uno no es “obrador” sino honestamente estreñido.
La capacidad para “obrar” bien, como Dios manda, no es cosa fácil porque nuestra propia naturaleza humana tiende a “obrar” para beneficio propio.
Desde luego que eso no le autoriza a uno a ser manipulador o hipócrita, que viene a ser lo mismo. Por ejemplo: Donald, (el pato, no Trump), era un tío enojón, pero buena onda, al final de la historieta, siempre obraba bien.
Y es que eso de “obrar” como que es algo muy personal, no es para estar pregonando si uno “obró” bien o si “obró” mal o con mucha dificultad.
Pensándolo bien, un “obrador” es alguien que siempre está “obrándola”, a cada ratito, lo que, por lógica, hará que se le pudre la cola, o cuando menos la debe traer ardida todo el tiempo…Ha de ser muy frustrante, me refiero a lo que le pasa a Donald Trump, no al Pato Donald (el antiMex).
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