Ahora que como en una película de terror aparecen por todas partes los esperpentos creados por la mente macabra del Señor de los Cerros, vale la pena retomar el tema del “gran” teleférico morenovallista, transfigurado en la ridícula tirolesa de Los Fuertes.
Hoy que se ha anunciado el arranque de la reconstrucción de la Casa del Torno, no podemos dejar a un lado el daño patrimonial que provocó la administración estatal, sobre todo porque las obras alternas al teleférico generaron un desfalco millonario, el cual se suma a las bases hipotecarias del sexenio.
Pero más allá de que para la construcción y puesta en marcha del teleférico se haya recurrido a la figura de los PPS y de que la administración de los recursos provenientes de participaciones federales para garantizar los pagos se hayan entregado a un fideicomiso privado cuyo socio principal es Pedro Aspe, también hay que hacer otras preguntas que implican un daño patrimonial al estado por parte de altos funcionarios morenovallistas.
Permítanme desglosar este tema.
En primer término, la decisión de haber iniciado las obras del teleférico fue un acto unilateral de la autoridad estatal, toda vez que el INAH notificó oficialmente que no existían los permisos para la edificación de las torres que soportarían el funicular.
Es decir, que la necedad del gobernador lo llevó a determinar el desacato a la determinación del Instituto Nacional de Antropología e Historia de que no se permitiría la realización de la obra, generó un gasto millonario, particularmente en la Casa del Torno.
Debo aclarar que no se trata únicamente del daño a la arquitectura del inmueble, sino de todo el dinero que el gobierno gastó en cumplimiento del capricho del gobernador, en donde enterraron millones de pesos en toneladas de concreto y varillas, además de la mano de obra.
Los poblanos que recorremos por vía terrestre la ciudad —todos, excepto el Señor de los Cerros— fuimos testigos de los millones de pesos tirados a la basura, sin que haya una sola voz que exija una sanción a los funcionarios implicados, empezando por el gobernador.
El otro caso, también relacionado con la tirolesa morenovallista, es que si el recorrido calculado en el proyecto original se redujo a unos cuantos metros de longitud, ¿por qué diablos no disminuyó el costo total de la obra?
Ya se han hecho comparaciones con el costo de otros teleféricos que recorren mayores trayectos y cuyos costos quedaron muy por debajo del de Puebla, a lo cual se defienden argumentando que es otra tecnología, que los vagones son distintos, etcétera.
Sin embargo, cuando hablamos de que el teleférico cambió y disminuyó el trayecto de manera considerable, estamos hablando de que la misma obra fue reducida y que esta no modificó su costo final.
¿Dónde quedó la bolita?
Evidentemente aquí se suman al desfile de las complicidades la Contraloría del Estado y los diputados locales miembros de la Comisión Inspectora.
Y así como este esperpento, día a día seguirán saliendo del clóset los monstruos de este gran thriller.
Ya lo verán.
Contracara