El tiempo tiene a su favor el amor incondicional de “La loca de la casa”, esa “loca” incontrolable, voluble y necia que es como Sor Juana Inés de la Cruz describía a libertinamente, a nuestros enajenados y voluntariosos pensamientos.
Estas últimas semanas he mantenido una lucha a brazo partido con ella, porque durante toda mi vida ella, “La loca de la casa” me ha hecho creer que yo controlaba todo mi alrededor, cuando en un extraño momento de lucidez me di cuenta de que uno no puede ni tiene derecho a controlara nada ni a nadie.
Y es lógico, cómo voy a controlar algo si no puedo controlarme a mi mismo. Obviamente, desde ese día “la loca de la casa” me trae a escobazos neuronales porque estaba acostumbrada a hacer de mi lo que se le pegaba la gana, haciéndome creer que yo era la última Coca Cola del desierto.
La neta, lector querido, es que uno se pasa gran parte de la vida planeando todo y “controlando” todo en lugar de vivir la vida a plenitud y como viene.
Stevens Hopkins uno de los físicos más geniales de la historia, propone hoy la existencia de universos múltiples, en uno de ellos habitas tú de acuerdo a un plan y reglas de la creación, con lo cual se va a la goma eso de que yo planeo y controlo mi futuro; además, de que desde hace años sabemos que más del 80 por ciento de las cosas que pensamos que van a suceder jamás suceden o suceden de forma distinta.
Como habrás notado, a “La loca de la casa” le importa un queso la física cuántica y la lógica, pero cuando uno se da cuenta de eso, es porque ya le han pasado a uno los años encima y haces un alto en el camino que has venido corriendo como loco, sin ver si atropellaste a alguien o si te lastimaste las costillas en tu loca y ciega carrera por querer controlar lo incontrolable: la vida.