El problema del último informe no son los números, sino la maquiavélica forma de acomodarlos para convertir a un estado sumido en la pobreza, represión y abandono, en un auténtico paraíso.
Quienes escucharon ayer a Moreno Valle —sin vivir en Puebla—, seguramente imaginaron que habitamos alguna ciudad de Suiza, o de otro país del primer mundo.
Lamentablemente los poblanos sabemos que la llamada transformación de Puebla se redujo a un estupendo programa de decoración de la zona de Angelópolis.
En una próxima entrega, abundaré en la obra que nos hereda este gran decorador, quien no escatimó recursos con tal de mejorar la imagen de la zona cara de nuestra capital.
Regresando al informe, uno de los puntos donde el Señor de Los Cerros me dejó sin habla fue cuando aseguró que disminuyó la deuda pública del estado en más de 700 millones de pesos.
Se necesita tener huevos para decir que le bajaste la deuda a Puebla, cuando en realidad la incrementó a más de 150 mil millones de pesos pagaderos a 30 años.
Lamentablemente no hubo un solo diputado que en sus participaciones se atreviera ni a medio tocar este tema.
Afortunadamente, en ese esquema anquilosado de los informes, los posicionamientos de los partidos son menos escuchados que la Hora Nacional, por lo cual no trascienden ni irritan a nadie por su entreguismo a ultranza.
Y es que no puedo entender cómo al hablar de seguridad no se aborde el tema de la franja del huachicol.
O cuando se toque la gobernabilidad, no se critique la represión, la persecución y los más de 100 presos políticos.
También resulta inconcebible que al abordar los programas sociales se evada el aumento de pobres en el estado.
Y de la misma forma, podemos citar ejemplos de retroceso en educación, salud, administración de justicia, infraestructura, transporte, ecología, cultura y más.
Lo que vimos ayer no es otra cosa que un absurdo y ridículo ritual, por el que debemos sentirnos avergonzados.
Ya es tiempo de que, así como han ido desapareciendo otras absurdas ceremonias, los informes sean cancelados en todos los niveles de gobierno.
Para fortuna nuestra, cada vez trascienden menos por el desprecio de una sociedad que vomita estos rituales al Tlatoani.
Hacer cuentas de lo que nos cuesta a los mexicanos cada informe, con los suntuosos escenarios, la publicidad desmedida, el desfile aéreo de gobernadores, funcionarios federales y uno que otro invitado especial, nos llevaría a resolver una buena parte de los problemas de pobreza y marginación que Moreno Valle deja pendientes.
Quizá el único punto rescatable de este informe es que fue el último.
Y le guste o no, con la ceremonia de ayer, su mandato —aunque en el papel le queden 15 días— ayer se terminó.
Desde esta mañana lo único que le queda a Rafael es cortar uno que otro listón y vaciar Casa Puebla.
El sexenio terminó.