... en el afán por el poder, por
poseer, por sobresalir hemos
perdido lo único que en realidad
tiene gran valor: la paz.
Recorté este pensamiento del Facebook, creo que es totalmente cierto. Pero, yo me preguntaría: ¿cuántos miles de años manteniendo este juego absurdo que sí me hace poderoso pero que no me deja dormir, que sí me hace tener lo que quiera, pero tengo la salud de mi cuerpo y mis nervios hecha pomada, cuando ya no sé quién me ama por mí o por mi poder.
Yo no cambiaría mi medianía por la vida opulenta de Trump o de cualquiera de nuestros políticos que viven como pashas, si al padecer todas esas calamidades se le pude decir vivir.
Y todo esto para qué si no tengo paz y de cualquier manera me voy a morir.
La verdad: no creo que los megamillonarios sean felices. La felicidad es otra cosa, es vivir en paz. Por eso recorté esa frase del face, aunque soy consciente de que no comes paz ni vistes paz ni pagas las escuelas con paz, pero tampoco creo que debamos pagar la propia vida a cambio de ser un reconocido “todo poderoso”. Tampoco creo que el poseer dinero sea un horror, lo que pienso es que no puede uno cambiar la vida por él.
Para muchos, esta idea podrá sonarles a conformismo o a mediocridad: yo no lo creo así, porque al fin y al cabo vine a este planeta a VIVIR, y no para ver cómo me pasa o cómo me pesa el VIVIR.
Lástima que este veinte me ha caído hasta estas “alturas del partido”, pero más vale tarde que nunca, ¿no crees, lector querido?
Cada uno de nosotros ha construido un muro dentro de nosotros mismos, un muro más grande que el de Trump; un muro que no deja pasar nuestras verdaderas emociones hacia los demás, un muro que de vez en cuando deja saltar a nuestro espíritu por encima de nuestro afán de poder sólo para tender la mano a alguien que nos necesita.
De cualquier manera le deseo a Donald y a toda la ¿clase? política del mundo, que pase “buenas noches”.