A propósito de pianolas y de marsupiales, la lluvia me sumerge en pantanos emocionales, a veces un tanto pantanosos que hacen que mi gente piense que ya me viré al sepia.
Es cierto que me gusta mirar al cielo y a las nubes con una cierta insistencia, y a las aves con envidia, pero es que desde pequeño, siempre he tenido la sensación de que ambas esconden un secreto.
Cuando yo era un jovenazo de no malos bigotes, las chavas salían corriendo y me mandaban por las Cocas, cuando les hablaba de “la cosidad de las cosas” o de la filosofía de los griegos antiguos que sostenían la importancia del Gnothi Seauton (conócete a ti mismo), para aquellos que no dominan el idioma de Sócrates.
Cuando a mi tía, mi querida amiga y hermana a la vez, le hablaba de la “cosidad de las cosa”, le daban escalofríos porque me veía como carne de psiquiatra. Para mí la “cosidad” era la energía que vive en todo lo creado; es decir, es “las cosas” más su propia energía, lógico, ¿no? Claro que decir esto en aquella época y a mis 15 añejos, para ella, no era normal pero a mí me valía.
Pero cuando uno ve que en la actualidad mucha gente no sabe qué es la vida, ni para qué vive, es lógico que quieran salir corriendo. Pero cuando encuentras la razón del por qué vives, es porque has trabajado como lorenzo para conocerte a ti mismo (Gnothi Seauton) la cosa cambia.
Descubres que hemos vivido en el error, porque descubres que también tú eres energía porque todo en el universo, todo lo que existe es energía, átomos; con la diferencia de que tú piensas y tienes sentido para percibir lo que te rodea, a diferencia de una silla o mis calzones y la energía jamás muere, es eterna, sólo se transforma; luego mi energía pensante es eterna, nunca morirá. Y esto que hoy vivo es tan sólo una etapa de mi propia evolución.
Como verás, lector querido, la lluvia me sumerge en áreas pantanosas y en otras muchas mafufadas, pero ya me acostumbré, la que todavía no se acostumbra es mi amada vecina que ya me hizo cita con su neurólogo.