Por El Othermi
Vivimos en un lugar que es un espacio/tiempo. Quiere decir que ambos conforman una sola cosa, pero resulta que el tiempo es relativo, y si el tiempo es relativo el espacio también lo es. Creer que sólo existe lo que vivo y veo en esta tercera dimensión en que hoy vivimos es una necedad. Si el tiempo es relativo, el espacio lo es también. Vivo en una tercera dimensión de espacio/tiempo, pero si vivo en este lugar “relativo”, quiere decir que el tiempo y la vida que vivo aquí también son relativos.
Esto quiere decir que existen otros muchos espacios y formas de vivir. ¿Cómo son, en dónde están? Para mí la respuesta es lógica: En otra dimensión que tiene un tiempo distinto al nuestro. Esto justifica una serie de fenómenos “inexplicables” en los que entran en juego campos y cuerpos energéticos. ¿Por qué energéticos? Porque todo en el universo es energía, incluso nuestros tridimensionales cuerpos que muestran campos energéticos que se mueven y reproducen al igual que las plantas y los animales, o sea la vida misma.
Razonar de esta manera puede hacernos pensar que esto es un tanto metafísico; nada más alejado de la realidad, puesto que este razonamiento puede ser fácilmente comprendido desde la visión de la física cuántica. Esto puede acercarnos a una verdad que por cientos o miles de años ha sido entendida de forma equivocada o manipuladora. La vida primordial o puramente energética no sólo es posible, si no lógica.
Esto nos permite razonar que el concepto, muerte, es relativo, es decir: puede pensarse en una “muerte” física, pero el desconocimiento y la aceptación de otra forma de vida más allá de la cotidianidad tridimensional es, por lo general, un tanto difícil de aceptar. Quizá por nuestra inhabilidad para contemplar nuestro cuerpo energético, como lo hacen algunos monjes en el Tíbet y en otras regiones y filosofías en donde la muerte es concebida tan sólo como un paso transitorio hacia otra dimensión, lo que refuerza la idea de que la energía no se pierde, si no se transforma eternamente.