El ser humano está rodeado de conceptos inútiles, quizá los peores son el creerse poseedores de la razón o la verdad, y me refiero a esto porque son la causa principal de muchas desavenencias en nuestras relaciones. No tener la razón equivale a ser “irracional”, tarado y necio. No ser dueño de la verdad equivale a ser un vil mentiroso o un manipulador de cuarta.
Todas estas opciones son a cual más vergonzosas, sin embargo, jamás tomamos en cuenta que tanto la “razón”, como” la verdad”, son totalmente relativas; es decir, cada uno de nosotros tenemos una forma particular de percibir la verdad y la razón.
Esto dependerá, como decía Ortega y Gasset, “… el hombre y su circunstancia”, o sea de sus características físicas personales y genéticas, de cómo fue su niñez desde el vientre materno, de su juventud y la circunstancia de vida en la que se desenvuelve.
Si tomamos en cuenta que cada uno de nosotros es un ser único e irrepetible, quiere decir que nadie, ninguno de los casi nueve mil millones de maceguales que poblamos el planeta pensará como nosotros pensamos, por muy obvio y lógico que nos parezca el tema que tratemos. Así que lector querido: la próxima vez que pienses que tú eres el dueño de la verdad y el único que sabe pensar, recuerda que nadie, nadie, piensa ni pensará jamás como tú, aunque a veces pareciera que si... con medio litro de tlapehue en la panza o, con el compadre que te da el avión.