Si uno no puede dejar de comer, beber o fumar no es por falta de voluntad, lo que nos daña son las emociones negativas que nos llevan a ello. Las emociones hacen y deshacen nuestra vida diaria. Esto es mucho más complejo porque las emociones se forman aun antes de nuestra niñez y así continúan deformándose a lo largo de la vida.
Terminamos conformando nuestras emociones en base a lo que la gente piensa y en lo que nos hicieron creer que somos.
Desde los primeros meses de nuestra existencia en el útero materno, hasta los seis u ocho años de vida, no sabemos qué somos ni quiénes somos. Experimentamos una serie de emociones de lo más contradictorias, algunas caricias positivas, y otras energías y ruidos con una carga negativa terriblemente destructiva. Sumemos a esto una serie de calificativos igualmente positivos y negativos: Eres torpe, necio, bonita, guapito, inteligente, inútil, estorbas, aburres, alegras, confundes, no sabes hablar, no sirves para nada, eres genial, no me quites el tiempo, etcétera, etcétera. Agrega a esto el rechazo y la incomprensión inconsciente de quienes necesitamos que nos apoyen.
Al fin, después de escuchar esta retahíla de calificativos, “tendremos una idea de qué somos y quienes somos”. Probablemente el calificativo que más dolor nos haya causado será el que defina lo que “seremos y viviremos”. Con esto a cuestas, deberemos obtener buenas calificaciones, ser competitivos y sobresalir por encima de los demás, para así lograr el éxito a costa de lo que sentimos. Es muy probable que a mí me guste la música, la poesía, el campo, investigar, viajar o simplemente crear cosas, jugar, soñar, vivir feliz.
Así, nace el choque de nuestras emociones, las primeras frustraciones y penas, quedándose en el fondo de nuestro ser; ya no sé quién soy o qué soy. Sólo sé que no soy feliz ni entiendo al mundo; así que únicamente buscaré sobrevivir inventándome a mí mismo de acuerdo a esta madeja de confusiones, en esta vida en la que no entiendo qué cosa soy, ni para qué o por qué. Para lograr sobrevivir buscaré lo que me haga el camino lo menos doloroso posible, sin importar, ni pensar, si esto me aislará de mi gente cercana o me destruirá.