El presidente de la Mesa Directiva del Congreso local, José Juan Espinosa Torres, dio muestras ayer de su habilidad histriónica para evadir pruebas de su riqueza inmobiliaria, acumulada subrayadamente en el periodo en que gobernó San Pedro Cholula.
En un arrebato decidió subir a tribuna del Congreso de Puebla con un ejemplar de Intolerancia Diario para descalificar un trabajo de investigación de su director Enrique Núñez y del autor de esta columna que también fue publicado en Parabólica.MX.
En su afán desmedido por desmarcarse de la ostentosa lista de propiedades que acumulan más de 150 millones de pesos, dio cuenta de un episodio inédito en la historia política poblana: el uso de la máxima tribuna para descalificar a la prensa insumisa.
Antes había amagado a los autores del trabajo periodístico con demandar, y aunque no dijo bajo qué argumento, se trata de un recurso al que tiene derecho y para ello habrá que estar preparados que para eso hay leyes y reglas. En la relación prensa-poder no debe haber excepciones.
A lo que no tiene derecho este legislador es a acusar pagos de favores privados o dinero público a cambio de lo publicado por un principio elemental en toda democracia: hablamos de un hombre público que no resistió las tentaciones mundanas.
Como integrante del Congreso del Estado debe saber que quien acusa está obligado a probar. Es simple.
Pasar por alto una acusación no puede tomarse a la ligera. No sólo porque no probar sus dichos lo convierten en un político mentiroso.
Tal vez por ello contó una mentirilla cuando en transmisión mañanera de Facebook habló del jardín de fiestas a donde dice que este reportero ha asistido. No es así.
En todo caso fui invitado a una cena junto con una docena de directores de medios en el domicilio de este severo juzgador de las buenas conciencias y costumbres, cuando estaba por abandonar el cargo de edil en Cholula en donde se habló de política, elecciones y el futuro de Puebla.
O lo olvida, o deliberadamente miente, como también sucede con los episodios en los que hubo convergencia del pasado con su lucha a la privatización del agua impulsada por quien ahora parece ser su álter ego, Rafael Moreno Valle; o la Ley de Seguridad Interior de Enrique Peña Nieto, por ejemplo.
Olvidadizo, desmemoriado o pretendidamente intencionado para esconder esa parte de la vida pública. Allá él y su conciencia, si es que lo deja dormir tranquilo como es el caso del candidato a gobernador perdedor de Juntos Haremos Historia, Luis Miguel Barbosa que ayer lo conminó a resistir en un tuit.
Los dos aliados de Moreno Valle, ahora juntos contra la mafia del poder. No es chiste ni sarcasmo, ese es el nivel de nuestros políticos.
En todo caso la difamación y los delitos de honor también aplican de ida y vuelta. A menos que como el resto de la clase política a la que pertenece, decida refugiarse en el fuero. ¿Estamos?