En estos menesteres, uno llega a librar la batalla contra las hojas en blanco cuando logra agarrarse de una jugada, de un gol, o de un resultado que, de cierta manera, ayude a transmitir la idea que uno ha visto desarrollarse en noventa minutos; el problema acontece y se acrecienta, cuando todo lo que uno ha estado esperando en la butaca o frente al televisor, nada más no aparece.
Es ahí cuando uno sabe que la cosa está jodida, y que poco o nada se podrá decir.
La Franja de Enrique Meza, ahora mismo, ayuda muy poco a que salgan las palabras, los análisis y las emociones. No hay ideas, no hay circuitos, no hay conexiones, no hay hambre; y lo más preocupante de todo, no se vislumbra un menor interés en que ello suceda o aparezca.
Sería sumamente ridículo -cuanto menos- denostar la carrera de Enrique Meza. Y también, me parecería injusto, minimizar lo hecho desde su llegada al banquillo poblano.
Y peor que eso sería -siquiera insinuarlo-, asegurar que es el único culpable del precario nivel de juego observado durante el actual torneo; y peor tantito que, más allá de la mediocridad futbolística del equipo, la falta de vergüenza deportiva de sus futbolistas se solucionará con su salida.
“Los jugadores no son tontos: si te ven dudar, te lo pillan al instante… Son intuición pura, huelen la sangre; cuando te ven débil, te clavan la espada”, dijo alguna vez Pep Guardiola, durante su aplastante estancia en Barcelona.
Al menos, desde hace algunos días tenemos claro que al célebre Ojitos, ni la sangre ni nada le da miedo. O eso queremos creer.
Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.