El helicóptero donde viajaban Rafael, Martha Erika y tres personas más el pasado 24 de diciembre no presentaba daños ni en los motores ni en los rotores. En resumen, la aeronave donde murieron Moreno Valle y su esposa, no tenía fallas mecánicas; como en primera instancia presumió el secretario federal de Seguridad, Alfonso Durazo.
Lo anterior no es una afirmación propia, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes presentó el viernes pasado un avance sobre las investigaciones que han realizado especialistas e instituciones de aviación de Canadá, Italia y la Unión Europea tras el accidente.
Convenientemente, la información boletinada surgió cuando los reflectores informativos daban cuenta de las negociaciones entre Estados Unidos y México, unas horas antes de que se lograra el acuerdo comercial.
El tema del helicopterazo volvió a quedar enterrado al día siguiente cuando la prensa nacional e internacional dieron cuenta del mitin de López Obrador en Tijuana; y la prensa local consignó el asesinato de una madre que llevaba a su hija a presentar el examen de ingreso a la BUAP.
Están por cumplirse los primeros seis meses de la muerte de ambos exgobernadores y pese a los llamados que han realizado los panistas desde el Senado y el CEN, hoy no tenemos ni la menor idea de qué fue lo que verdaderamente causó el trágico accidente de la tarde del 24 de diciembre pasado.
Si el helicóptero Agusta Westland A109S matrícula XA-BON no tenía ninguna falla mecánica, algunos pensarían que las condiciones climatológicas o la falta de experiencia del piloto podrían ser otras de las hipótesis del desplome, pero ambas se antojan imposibles.
Roberto Coppe Obregón fue entre otras cosas, piloto del gobierno de Puebla durante la administración de Moreno Valle además de ser el titular de los vuelos de Rafael, que no fueron pocos, el capitán Coppe acumulaba “literalmente” miles de horas de vuelo.
Su compañero Marco Antonio Tavera Romero también contaba con las suficientes horas de vuelo para desempeñar sin mayor contratiempo sus actividades.
En caso de un problema físico del capitán al mando, su copiloto estaba más que capacitado para tomar los controles. En este caso, la falla humana es una posibilidad sumamente remota.
Ahora pasemos al factor del clima. La tarde de nochebuena el clima era bueno para un vuelo rutinario como el que realizaba la gobernadora y el senador. No se reportaron rachas intensas de aire ni lluvia ni tormentas eléctricas o cualquier otra variación meteorológica que complicara el viaje aéreo entre Puebla y la Ciudad de México.
Además de que estaban aún alejados de la zona montañosa y por la altura crucero, los cables o cualquier otro obstáculo están totalmente descartados; es decir, que las condiciones climatológicas tampoco serían la causa del desplome.
Entonces, sí oficialmente no hubo fallas mecánicas, y las cartas credenciales de los pilotos hacen prácticamente imposible pensar en un error humano; y ni las condiciones climatológicas fueron adversas ¿qué fue lo que provocó el desplome de la aeronave donde viajaban ambos políticos?
A casi seis meses del impacto, la pregunta entre los poblanos y los mexicanos es la misma ¿Se trató de un atentado?
El gobierno de López Obrador que ya comienza a sentir el desgaste del poder, tendrá en los próximos días otro frente abierto y la exigencia de entregar respuestas que esclarezcan el accidente que cobró la vida de Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso, dos políticos que ciertamente no eran nada cómodos para la administración de Andrés Manuel.
Ya es tiempo de conocer los avances de la investigación, sobre todo porque los enemigos políticos y personales que generó Rafael no eran pocos y entre ellos hay políticos, empresarios, líderes sociales y muy probablemente, personajes ligados al crimen organizado.
Urgen respuestas, sobre todo ahora que oficialmente se ha descartado una falla mecánica en el helicóptero.