Es caprichoso el azar, esa misteriosa lotería de la vida que elige a uno para darle el premio mayor, incluidos París, champaña y una guapa de las que quitan el hipo, y a otro, le atiza un cáncer que te mueres de la risa. El azar escoge y desprecia, pero no hay forma de zafarse cuando del bombo sale tu bolita, para bien o para mal, y la cosa es que siempre sale. No sólo es caprichoso, además, le gusta gastar bromas, a veces, muy pesadas.
La frase con la que empecé el texto, no es mía. Es el título de una canción compuesta por Joan Manuel Serrat y que su mejor versión es la que canta junto con Ajinoam Nini, conocida como Noa: “No te busqué / ni me viniste a buscar / tú estabas donde / no tenías que estar / y yo pasé / pasé sin querer pasar…” Sí, es muy caprichoso el azar. Por eso, tal vez, la palabra sacramental del toreo sea la expresión de ¡suerte! que se dice a los toreros. A su vez, los lances, pases, puyazos, pares de banderillas y estocadas, se llaman suertes, porque sumada a la técnica y a la ejecución correcta de cada acción torera, se requiere de buena fortuna para concluirla de la mejor manera y con el pellejo sin rasgaduras. Para que sea el acaso el que decida, las mañanas de corrida, también se sortean los toros.
Miren ustedes lo que es el azar: El veintidós de mayo Roca Rey toreaba una corrida de Parladé. Su primero fue devuelto y a cambio, salió un toro del señor conde de Mayalde. Al inicio de la lidia, el diestro fue prendido en el embroque de la primera gaonera, recibiendo tremendo arropón en dos partes, primero, le quitó violentamente los pies del suelo, y después, ya derribado, le volvió a arreglar su asunto, fueron dos golpazos contra la arena, que los sismógrafos registraron trepidaciones de muchos grados. Aparentemente, la cogida era sin consecuencias, una cornada de seis centímetros de profundidad en el muslo y muchos golpes. Algo barato tras las tremendas volteretas, cosa que olvidamos en cuanto cortó las dos orejas y se fue a hombros, tarde de magnífica suerte.
Pero, a los pocos días, el azar empezó a manifestarse con un dolor de espalda. Corrida tras corrida, sin saber el diestro que tenía la columna vertebral como marimba, Roca Rey se sentía peor, hasta que llegó a torear infiltrado y luego, perdió toda la fuerza en el brazo derecho. Resultado: interrupción de la temporada, “¡bip, bip!”, encendido de las alarmas de emergencia de las empresas que lo tenían firmado en diecisiete contratos para el mes de agosto. Es posible que se quede sin torear también en septiembre. Viaje a una clínica de Nueva York, revisión médica muy concienzuda, diagnóstico: que el azar caprichoso le hizo un chistorete, un par de vértebras le están oprimiendo un nervio y adiós a lo mejor del verano.
Mientras tanto, Cayetano Rivera Ordoñez no se imaginaba que él iba a ser el sustituto de Roca Rey. No se pregunten por qué, sólo recordemos que el azar es caprichoso, ni el hijo de Paquirri sabe el motivo por que le tocó el premio mayor de la lotería: dinero, carteles de lujo, encierros noblotes y actuaciones en las ferias más importantes de España. Atragantón de toreo.
Es verdad, que la buena fortuna le ha sonreído toda su vida. Cayetano, por su condición familiar privilegiada, no tuvo que pasar las de Caín como la mayoría de los novilleros, la vida le ha sonreído en pasarelas y ruedos, verdes son tus ojos. Esa buena suerte, no quiere decir que no sea buen torero, lo es, farruco, artista y muy valiente, su actuación en Pamplona fue de primera. Sin embargo, encajado hasta la montera en el sino de la buena ventura, el primer sorprendido habrá sido él mismo.
Por su parte, mientras la vida besa en la boca a Cayetano, se quedan con las ganas de un guiño en las espadas, entre otros, Paco Ureña, Curro Díaz y Diego Urdiales, toreros que han estado en la guerra dejando mucha sangre en la arena y la coqueta ingrata no les toca los labios. ¿Por qué no Pablo Aguado?, se pregunta el que firma éste texto. No le doy vueltas, la respuesta es muy simple: porque es caprichoso el azar.