La Noche Mexicana en Puebla estuvo marcado por el nacimiento de un nuevo grupo político a cuya cabeza está Miguel Barbosa, el gobernador de Puebla, que no gusta en círculos que siguen siendo adictos al desaparecido Rafael Moreno Valle, el panista que pereció el 24 de diciembre pasado.
En el patio central de Palacio Municipal fueron colocadas mesas y sillas tipo periquera con manteles de color verde, blanco y rojo para los invitados a la cena con motivo de la conmemoración del 209 Aniversario que tenía nuevos actores políticos.
Ahí andaban el coordinador de la bancada del Movimiento de Regeneración Nacional, Gabriel Biestro, las legisladoras Tonantzin Fernández y Vianey García, el subsecretario David Méndez, de mesa en mesa con una amplia sonrisa en el rostro; el titular de Gobernación, Fernando Manzanilla, en un extremo rodeado de Nayeli Salvatori, la legisladora federal envuelta irremediable de polémica y de Emilio Maurer, diputado local de la misma bancada.
En un extremo del espacioso patio en el que resaltaba los motivos patrios, Onel Ortiz, en camisa de vestir, sin traje ni prenda que le pusiera reflectores de más; sin embargo, por el rumbo de la #4T lo saben cómo el hombre más influyente en la toma de decisiones políticas del gobernador.
Desde temprano, la anfitriona Claudia Rivera Vivanco que iba de un sitio a otro antes de recibir el titular del ejecutivo. Y cómo no, se trataba de la primera ocasión en recibir a los integrantes de la llamada Cuarta Transformación, con todo y el jefe de ese naciente grupo político que a nivel nacional domina la escena en detrimento de los actores del pasado.
No fueron todos los que estaban y tampoco todos los que fueron porque por primera vez el área de Protección Civil impuso su criterio ante el riesgo de colapso del histórico edificio del Ayuntamiento en la capital poblana: no más de 60 personas en el Salón de Cabildos, desde donde se sale al Balcón Principal para la arenga de Independencia; mientras que en el área del patio central menos de 200.
No fueron los tumultos ni el oropel del pasado; tampoco las bebidas alcohólicas para los paladares más exigentes que fueron parte del maridaje de los platillos para degustar entre los invitados del gobernador que ignoraba la cortesía política de antaño.
Chalupas, pelonas y flautas, aguas de tamarindo, horchata y jamaica. Si acaso, más tarde, terminada la ceremonia del Grito de Independencia, cerveza para quienes quisieron quedarse más allá de las 23:30. Nada fuera de la normalidad republicana.
Llegó Barbosa a las 22:35, acompañado de su esposa Rosario Orozco, sus hijos Rosario y Miguel Barbosa, presentes todos en las entrevistas que concedió a Televisa, Puebla Noticias y TV Azteca.
Al final la arenga de Hidalgo en donde llamó con vivas a actores que antes fueron ignorados; luego la cena con antojitos mexicanos; y el retiro.
En el lugar de la fiesta mexicana quedaron un grupo de actores de la vida pública que desde la izquierda habían sido apenas figuras testimoniales del paso del poder. Lecciones de la historia.
Barbosa había dicho en una entrevista para la televisión pública sobre lo vivido por los mexicanos como un periodo estelar: el ocaso de un ciclo y el advenimiento de uno nuevo.