Era el 19 de marzo de 2014 y en las calles de Polanco en la Ciudad de México Genaro García Luna caminaba acompañado de tres sujetos y dos mujeres, todos elegantemente ataviados.
Habían transcurrido dos años de que su jefe Felipe Calderón Hinojosa había cedido el poder presidencial al priista Enrique Peña Nieto. Sin embargo nada había cambiado pues ya para entonces se sabía de un conjunto de acuerdos para evitar poner luz sobre temas escabrosos como el de la existencia de vínculos del ex secretario de Seguridad Pública en el mandato de Calderón, con el narco.
Una Parabólica.MX escrita en este entonces había definido al ex funcionario como “un fugaz y etéreo, el ex secretario de Seguridad en México, Genaro García Luna caminó por la tarde en las calles de Polanco en la Ciudad de México”.
Nada parecía alterar la vida de este sujeto con fuertes vínculos con personajes poblanos, como el ex comisionado del Instituto Nacional de Migración, Ardelio Vargas Fosado; Facundo Rosas Rosas, ex secretario de Seguridad en el sexenio de Rafael Moreno Valle; y de Javier Lozano Alarcón, ex secretario de Trabajo federal.
Un colega transmitió al autor de la columna casi en tiempo real la escena de la reaparición de García Luna. Gil Chávez, en ese entonces Director de Información de Grupo Imagen en la Ciudad de México.
“A este personaje también se le debe el enfriamiento de las relaciones entre México y Francia tras el montaje de la detención pandilla de secuestradores entre los que se encontró a la ciudadana francesa Florance Cassez (...) hubo de intervenir la Suprema Corte de Justicia de la Nación para finalmente ponerla en libertad ante la evidente violación del debido proceso en que incurrió García Luna”.
Las casualidades inquietan en cualquier ámbito. Una versión en aquel 2014 decía que un restaurante en la zona de Huexotitla en Puebla era propiedad de la hija del hombre detenido en Texas, acusado de conspirar y traficar droga, además de recibir dinero del cártel de Sinaloa, de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Según prestadores de servicios de ese 2014, ese local comercial había sido el único que no había recibido amenazas, intentos de extorsión o cobro de piso, como ya comenzaba a suceder con otros integrantes del gremio restaurantero.
La columna de aquel verano de 2014 decía que la aparición de García Luna había sido “apenas pinceladas de una narrativa plagada de tempestades que protagonizó el sujeto que (...) sin ningún rubor o preocupación paseó entre comederos de Polanco”.
Fue tal vez la última que el poderoso funcionario de Felipe Calderón estuvo en la Ciudad de México, sin asomo alguno de lo que ahora enfrenta.