La historia de Miguel Barbosa y Arturo Loyola González está ligada desde que ambos encabezaban un movimiento dominante en el interior del Partido de la Revolución Democrática hace más de 20 años, cuando esta franquicia electoral se había convertido en el más fuerte movimiento de izquierda en México.
Desde el periodo comprendido de 1998-2000 cuando el ahora gobernador de Puebla vino de la región de Tehuacán para presidir al PRD, la de ambos ha sido una larga etapa en la que ha habido acuerdos coyunturales y desencuentros. Por una u otra circunstancia, la vida y la política los ha puesto en vías paralelas.
Una figura que ha podido ser testigo de esa compleja relación política es un viejo militante de la izquierda en México como Jorge Méndez Spíndola, padre del secretario de Gobernación, David Méndez Márquez, compadre de Loyola González, pero distanciados desde hace tiempo.
De Arturo El Sapo Loyola habló por primera vez el gobernador Barbosa en una rueda de prensa en Casa Aguayo, el 25 de septiembre del año pasado, cuando ya se discutía la pertinencia de una nueva tarifa al sistema de transporte público en el estado, decisión permanentemente postergada en las administraciones de Mario Marín Torres, Rafael Moreno Valle y Antonio Gali Fayad.
“Loyola siempre quiere pasar por valiente o por comunicador (...) que no le tiene miedo a nada, que siempre es muy saledor, pero quien no quiera contribuir a un acuerdo no pasa nada. Pero quien crea que nuestro gobierno está sujeto a las valentonadas de Valentón de la Sierra, pues no”, dijo en aquella ocasión.
Por segunda ocasión en cuatro meses volvió a referirse a quien en la administración de Tony Gali fue regidor por un desvencijado PRD debido a los acuerdos y pago de cuotas en la coalición construida por el extinto Rafael Moreno Valle Rosas.
El grupo del que forma parte este viejo militante del PRD, proclive al colaboracionismo con Acción Nacional, es quien ha puesto más resistencia al acuerdo para modernizar el sistema de transporte público. La inserción del desplegado publicado en El Sol de Puebla en el que se acusa al gobierno del estado de ser la primera de las dos partes en incumplir con los acuerdos fue ordenada por él mismo, según se puede leer.
Imposible saber si los aliados de El Sapo Loyola en la llamada Unión de Transportistas de Puebla, como Delfino Reyes Bocardo, Ignacio Abascal Rodríguez o Samuel Méndez Díaz habían calculado el costo de meterse a un pleito cantado desde hace más de 20 años entre dos militantes de la izquierda en Puebla.
Los viejos militantes de la izquierda en ese PRD de hace décadas lo describen como un radical que terminó por desvirtuar el movimiento y la causa desde que la hizo de porro universitario y luego esquirol y aplaudidor del ex tinto panista que entregó cargos y prebendas a cambio de silencios o complicidades.
De Barbosa ya se sabe de su rudeza en el arte de la negociación, y de la aspereza con los adversarios de ayer y de hoy. Una variable que parece haber pasado inadvertida es que a diferencia de los antecesores, el titular del Ejecutivo ha dicho en forma reiterada no aspirar a ningún cargo luego de haber cumplido su mandato.
Al buen entendedor, pocas palabras.