Hay tanto que decir, hay tanto que escuchar y tanto por comprender que si no le bajamos dos rayitas a nuestra soberbia, a la necedad en la que hemos vivido, no podremos entender que todo, todo, ha cambiado.
El mundo que hoy sobrevivimos ha cambiado radicalmente (para mal) en unos cuantos años. No comprendo por qué nos negamos a verlo, a aceptarlo, a pesar de que hasta el aire que respiramos y el sol han cambiado.
Nos es imposible imaginar que pueda existir otra forma de ser y pensar; entonces, prefiero seguir sobreviviendo, aunque sea en el horror que ya conozco, a experimentar otra forma de vida que quizá sea para nuestro bien, pero no la conozco y, como he sido engañado tantas veces de seguro, volveré a ser engañado.
Pienso que el tiempo de un nuevo paradigma ya está aquí, dependerá de nosotros si lo enfrentamos como un cambio positivo en la eterna evolución de todo lo que nos rodea o lo vemos como una desgracia sin remedio alguno o como una nueva forma de vida… dependerá de nuestro apego a las cosas y a los pensamientos ya conocidos que nos brindan una seguridad falsa y dolorosa. “Para nacer hay que destruir un mundo”, decía Herman Hesse.