Es muy cierto que en todas las profesiones y oficios hay buenos y malos ejemplares, entre los grandes empresarios del país, también se aplica esta máxima.

Ayer se conoció el avance que lleva el hospital temporal que se instala en el Centro Banamex de la Ciudad de México.

La donación de 700 millones de pesos que realizaron 16 empresas y fundaciones sirvió para convertir a uno de los espacios expositores más grandes del país, en un hospital temporal para atender a pacientes “no graves” del coronavirus.

La UNAM, también se hizo presente en el inmueble de Lomas de Sotelo. Integrantes de la Facultad de Medicina asesoran a ingenieros, técnicos y voluntarios sobre los requerimientos técnicos e insumos que se requerirán para atender hasta a mil 200 víctimas de la Covid-19.

El proyecto de este sector de la Iniciativa Privada permitirá que los hospitales de la Ciudad de México, una de las capitales más pobladas del mundo, puedan enfocar sus esfuerzos y Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) en los enfermos críticos, esos que requerirán intubaciones y respiradores artificiales para sobrevivir al virus causante de la pandemia.

Y sí, es de aplaudir, no sólo la donación, sino todo lo que ello engloba, desde la idea hasta la presentación del proyecto y la suma de sinergias para concretar el auxilio que desde el gobierno federal no está fluyendo.

Lo dicho, la sociedad civil será quien rebase por la izquierda al propio López Obrador.

El lucro de Elektra

Contrario a los empresarios que arriba destacamos, Ricardo Salinas Pliego dueño de las tiendas Elektra, entre otros negocios con el gobierno de AMLO, ha demostrado la poca calidad humana que tiene.

De poco o nada han servido las campañas del grupo Esperanza Azteca si los bancos de su firma continúan abiertos y “recomiendan” a sus clientes, muchos de ellos comerciantes informales, realizar dos o tres pagos adelantados en esta Emergencia Sanitaria.

La medida de Banco Azteca es contraria a las acciones que emprendió la mayoría de los grandes bancos del país que ofrecieron créditos o el aplazamiento de las deudas a los clientes que así lo requieran.

Regresando a las tiendas Elektra, es inexplicable que la Profeco no las haya clausurado cuando se atreven a vender productos que antes no manejaban, como cubrebocas, gel antibacterial o mascarillas, a precios exorbitantes.

Es verdad que la ley de la oferta y la demanda se imponen en México y en el mundo, pero precisamente ahí está la tarea de Profeco que debería de regular los precios. Es increíble que a través de su tienda online se comercialicen pequeñas botellas de gel antibacterial a precios, tres veces por encima de los costos promedio.

Aunque el litro de este producto de higiene puede llegar a costar 80 pesos por litro, el costo que pagan los que adquieren las botellitas de 120 mililitros, supera los 310 pesos. Claro está, se puede enviar a paguitos semanales.   

Máscaras N95, que ni siquiera sirven para evitar eficazmente el contagio del virus, rondan los 6 mil pesos y cada cubrebocas N95 puede costar más de 260 pesos.

Con estos precios y la ceguera de Profeco, pareciera que el empresario consentido de Andrés Manuel López Obrador, está blindado para abusar de los mexicanos en plena pandemia.

Cofrepris, el muro

Anoche en el programa Off The Record que realizamos cada miércoles, se reveló que las buenas intenciones de Volkswagen de reconvertir sus máquinas y fabricar ventiladores mecánicos, como lo hizo su par SEAT en España, no podrán concretarse.

¿La razón?

Cofepris, el muro burocrático que sirve a AMLO, lo mismo para detener test adquiridos por gobernadores que materiales de curación donados por instituciones educativas, puso una serie de condicionantes difícilmente realizables, al grado que la empresa alemana, caracterizada por un alto nivel de calidad, decidió evitarse la burocracia y buscar otras formas de ayudar en esta pandemia.