Aparentemente, pienso como si se me hubiesen pegado los platinos, vaya, como si me virara al sepia. Muchas de las personas que conozco, que quiero y amo, no entienden ni aceptan lo que yo siento, veo y pienso. Quizá sea porque difiero del pensamiento común de mis congéneres. Lo curioso del caso es que, los seres humanos aceptamos la existencia de un pensamiento común, a lo que llamamos, pomposamente, sentido común, o sea el pensamiento de la borregada que, hoy, vive en el terror y se niega a verlo.
La gente piensa y cree que no va a suceder nada, que lo que hoy vivimos es un “algo” rarito que pasará pronto y que todo seguirá igual, hermoso, lleno de corrupción, contaminación, crimen, guerras, hambre, injusticia, rencor, miedo, etcétera…lindo ¿no?
Créeme lector querido que no es bonito ver esta dolorosa realidad y, muchas veces he imaginado que es mejor ignorarlo todo e imaginar que esta vida cambiará por arte de magia. Sin embargo prefiero afrontar mis temores y rogar porque la vida y la alegría regresen, para bien de todos. A pesar de que sé que nosotros solos, no podremos arreglar este desastre.
Le hemos hecho tanto daño al planeta, al mar, al aire, a la atmósfera, a la vida animal, a los peces con las explosiones nucleares, el mentado cracking, las minas y la radiación nuclear que, pienso que de veras, sólo sobreviviríamos si pudiésemos rehacer el planeta o si sucediera un milagro –lo cual viene a ser lo mismo–.