El gobernador Miguel Barbosa terminó por admitir en la rueda de prensa mañanera del martes una debilidad difícil de admitir en un hombre hecho para la política que ejerce el poder: la ingenuidad
Todavía no era viral el segmento televisivo en el que el presentador de Imagen Televisión, Francisco Zea había protagonizado una deficiente editorial detrás de la cual se escondía un ataque artero al más puro estilo del vocinglero del grupo en el que trabaja, cuando el gobernador definió su desencanto por los medios que han convertido en mercancía corriente un bien público como la información.
Creí que venía blindado, “porque me llevaba yo de piquete de ombligo con muchos: grandes periodistas, editores y hasta dueños (de medios de comunicación). Me di cuenta que no hay amistades, hay intereses”, reveló en público.
“Fue una experiencia de vida”, concedió al recordar las condiciones en las que comenzó su primera campaña a la gubernatura de Puebla, tutelado por la coalición Juntos Haremos Historia, en 2018.
Enfrentar la estrategia de una maquinaria electoral como la de Rafael Moreno Valle Rosas -fallecido el primero en diciembre de 2018- y su ex operador, Eukid Castañón -sujeto a proceso penal, hoy-, desató la más difícil campaña que terminó en tribunales, no sin antes haber polarizado a la sociedad.
La red de intereses creados entonces echó por tierra la confianza con la que llegó de la Ciudad de México este político originario de la región de Tehuacán, para enfrentar a ese grupo que iba por la tercera gubernatura consecutiva en el territorio.
La ingenuidad es una debilidad que se paga caro en cualquier actividad humana, pero sobremanera en la esfera política. La lección fue aprendida, ya no cayó en la nueva trampa que le habían tendido: “...medios nacionales que son permanentes cuestionares de nosotros los políticos de la Cuarta Transformación me ofrecieron sus micrófonos (...) no ha aceptado ni una”.
Había encontrado la oportunidad para reiterar su lealtad “hasta el último suspiro” a los principios y movimiento de Andrés Manuel López Obrador, el presidente de México. “Es un hombre de principios y yo quiero ser un hombre de principios como él”, ratificó.
“Todos los días me escriben cosas y esas columnas se mueren en el mismo momento que salen (publicadas) porque no presentan una sola prueba, ni la presentarán; me dan risa”.
Honestidad, transparencia y lealtad con la gente “ahí está inspirado mi comportamiento”, para ratificar el perfil del gobierno de izquierda que encabeza en Puebla. “No me tiemblan las piernas, aguanto vara y no soy un payaso”, delineó.
Para bien, la franqueza llegó a Casa Aguayo