Hace dos años un grupo de empresarios, hombres y mujeres de negocios representantes de la sociedad civil en San Martín Texmelucan fueron convocados a la sala de juntas de la Secretaría General de Gobierno en Casa Aguayo, la sede del gobierno.

Un morenovallista puro conducía la reunión, que luego se convirtió al servicio de Fernando Manzanilla, cuando éste despachó en esa misma oficina en el interinato y unos meses de la gestión de Miguel Barbosa: José Luis Márquez, ex dirigente del sector popular del PRI.

Todas y todos, en torno a la mesa recibieron una hoja de papel en blanco de una libreta común y corriente para que escribieran ahí el nombre y todo lo que sabían de Oscar El Loco Téllez, el cruento huachicolero texmeluquense que ya había cobrado fama siniestra.

Decidieron levantarse de la mesa y en la antesala construir un consenso, casi inmediato, urgente: abandonar la reunión y darle un palmo de narices al gatopardista Márquez por un riesgo latente de ser delatados con el líder delincuencial.

No era una hipótesis derivada de una percepción general de la sociedad texmeluquense, sino de la evidencia palmaria de la que disponían sistemáticamente. Les querían “poner el dedo”, dijo al columnista uno de los asistentes a ese encuentro.

Mientras la autoridad construía una narrativa implacable de persecución de grupos delictivos en Texmelucan al menos, no coincidía con la realidad. Téllez, el huachicolero que luego diversificaría su abanico delincuencial, se movía de un lugar a otro sin ser alterado en los más mínimo.

Al Loco Téllez lo protegieron desde las instituciones de todos los niveles, sólo así se puede explicar que mientras el helicóptero policial hacía sobre vuelos en La Purísima, el Arenal y Tepatlaxco, asentamientos en donde tenía apoyo popular, él entraba a restaurantes y comercios del primer cuadro de la ciudad como si nada estuviera sucediendo en su entorno.

Su detención era cuestión de horas, sólo era cuestión de tiempo.

Ya sin la complicidad oficial que le permitió ese alarde de poder, se metió en una calle sin salida, literal, de una colonia popular en Apizaco rumbo al municipio de Tetla en Tlaxcala.

Fue por el rumbo de la colonia Jesús y Don Juan, alrededor de la empresa Rhom and Hass, en donde en octubre del año pasado también fue detenida una jovencita cuya relación con el capo era sentimental, de no más de 22 años de nombre Nelly, quien junto con otros siete forajidos agredieron a elementos uniformados.

En ambos casos, los cómplices de El Loco Téllez, en octubre de 2019 y el propio líder delictivo fueron detenidos porque el manto protector se desvaneció con el proceso de alternancia política para decir adiós a ese oprobioso periodo gubernamental del que formaron parte quienes hoy se ubican en la oposición a la Cuarta Transformación.