El riesgo nunca había sido tan grave. Si las corridas de toros sobreviven a los tremendos embates que le ha propinado este extraño 2020, será un verdadero milagro. La gente del toro siempre hemos sostenido que la tauromaquia se defiende sola, pero esta vez, cubre muchos frentes.
Tomen nota de los tornillazos que se está llevando la fiesta. El derrumbe de casi el diecinueve por ciento del PIB en la economía mexicana, su peor caída de la historia, tendrá consecuencias muy severas en la entrada del público a las plazas. Se señala que será hasta el año 2022 cuando los mexicanos, apenas tendremos las condiciones económicas que prevalecían antes de la pandemia.
Sumen ustedes una cornada de femorales con lo de la salud amenazada por causa de un patógeno que recorre la Tierra como una maldición bíblica. Además, en nuestro país las cosas están peor que en otras naciones, debido a las medidas erráticas y contradictorias de un gobierno incompetente, que no ha sabido gestionar la pandemia y que miente en la información.
Agreguen el arropón de los que están en contra. Sólo estamos pendientes del antitaurinismo. Sin embargo, no sólo son los militantes, mucha gente más clama por una sociedad moderna y civilizada en la que un rito de sangre cada día tiene menos cabida.
Al mismo tiempo, muchos adeptos al toreo se han percatado de que se puede vivir sin toros y por si faltara, -tremenda cornada en el escroto- añadan el miedo a la violencia extrema que campea en México y el desaliento que suscita la corrupción manejada con el cinismo y el descaro más insultantes.
Con todo ello, serán pocos los que puedan y quieran ir a los toros. En su libro Una teoría sobre la motivación humana, Abraham Maslow formuló una jerarquización de las necesidades humanas en la que postula que conforme se satisfacen las requerimientos vitales, los hombres y mujeres se van planteando exigencias más elevadas. La famosa Pirámide del buen Abi tiene cinco niveles. En los cuatro primeros están lo que él llamó “Necesidades de déficit”, o sea, las primordiales. En la base ubicó a las fisiológicas como respirar, comer, dormir, la salud y el sexo. Luego, sin ponerme a detallar, incluyó a las de seguridad en todos los aspectos: física, de conservación del empleo, la familiar y así, subiendo peldaños hasta llegar a la cúspide en la que asignó la autorrealización, y con ella, la “necesidad de ser”.
A pesar de que un aforismo taurino manda que a los toros se va aunque se tenga que empeñar el colchón, díganme en qué gastará el dinero la afición ¿en comida y artículos de primera necesidad o en boletos para asistir a corridas?
“Pan y toros” es una expresión que los intelectuales usan para criticar a un sistema político que hace muy poco y a cambio, ofrece diversión para manipular a su pueblo. Esta es una paráfrasis a lo manifestado por el poeta latino Juvenal, que indicaba que al pueblo romano ya no le interesaban las grandes conquistas, sino que se conformaba sólo con un poco de alimento y su diversión favorita, el circo. Pues, aquí, ni eso oigan, las circunstancias han dejado a la tauromaquia mundial hecha cisco y a la mexicana, a punto de que la arrastre el tiro de mulitas.
Sin embargo, esperamos que el milagro suceda. Imaginen que las corridas de toros se acaban, ¿qué será de las tardes de domingo? y ¿de las ferias? ¿a dónde irá el duende? ¿qué mirarán los dioses que desde los aleros se asoman al ruedo? ¿para qué reventarán los claveles? Los que las amamos tendremos que recomponer nuestra vida y hasta el modo de pensar. Se perderá nuestra metáfora más importante. Ante los embates del destino, ya no aguantaremos vara; ni en una situación comprometida nos amarraremos los machos; ni a un impertinente le pegaremos dos doblones, tampoco diremos de un presumido que se comporta como si tuviera firmadas cuatro tardes en San Isidro. Si la tauromaquia se extingue viviremos de lecturas, videos y recuerdos. Entonces, ¿qué sentido tendrán meses como abril, mayo y noviembre?