Seguramente ustedes no me extrañaron, pero yo sí a ustedes.
Por una cosa o por otra nomás todo se me cuatrapió, como se nos está cuatrapiándo todo lo que hacemos hoy en día. Sin embargo, eso de volver a la realidad me parece un deseo totalmente ilógico.
Yo sería más feliz en un mundo muy diferente al que hoy algunas personas añoran, en un mundo donde la paz y la armonía fuesen cosa natural, en un mundo en donde la miseria no existiese, donde la enfermedad no fuese la base del enriquecimiento de unos cuántos, en un mundo que fuese guiado por un grupo de personas deseosas de servir y trabajar para todos, un mundo donde los jóvenes pudieran vivir sin miedo a un futuro incierto, un mundo donde los niños sean amados y no sean vistos como una carga indeseable, donde puedas confiar en tu vecino, en donde amar y creer no sea visto como un acto de crédulos ilusos y soñadores lelos… en fin un mundo totalmente distinto a la “realidad” a la que menos del 2 por ciento desearía volver.
Creo, es más, estoy seguro, que regresar a la “normalidad” nos llevará a la extinción. La normalidad nos ha llevado al despeñadero, a algo que es un simple remedo de vida y felicidad.
Por todo esto y más, me parece un absurdo de locos, querer regresar a la “normalidad”, a vivir migajas de vida sin esperanza alguna para las nuevas vidas, las nuevas generaciones.