En el proceso de renovación que se vive en Morena para definir a su presidente nacional, estamos viendo como el partido que se pensaba, era la esperanza de los simpatizantes de la izquierda, es en sí un Frankenstein donde se mezclan los genes del viejo PRI, los del irracional PRD y hasta los de La Parodia.
En una pugna interna similar a las que no hace más de 10 años veíamos en el Sol Azteca, la lucha por el poder y las prerrogativas se las están disputando principalmente, Mario Delgado, Yeidckol Polevnsky y el tal Gibrán Ramírez Reyes, quienes han mostrado sus supuestas armas.
El pasado sábado, quien visitó Puebla fue Mario Delgado. Decidió recurrir a una estrategia más priísta que las utilizadas por los actuales miembros del desgastado tricolor: movió la estructura, utilizando tanto a legisladores como a dirigentes, para que se escuchara el “señor, estoy con usted”.
En términos tricolores, vino a mostrar el músculo.
En el caso de Yeidckol Polevnsky, la morenista se aferra al hueso y se niega a perder el poder, incluso cuando carga sobre sus hombros la pesada sombra de la corrupción. Lo que ella tanto criticó de los priístas ahora lo repite. Es ella quien hoy por hoy no puede justificar sus cuentas públicas.
De los seis o siete suspirantes que ya andan en la antesala, tal vez quien más se acerca a la ideología del movimiento lopezobradorista es Gibrán Ramírez, y no tanto por el proyecto, sino porque se le considera un “chairo” radical que vive, busca y gusta del arguende izquierdoso.
Sin ir lejos, ayer en Puebla se le escuchó con otro discurso mucho más mesurado. Que lo compren quienes no lo conozcan, cómo olvidar que el joven de los cachetes prominentes, presume un doctorado por la UNAM, que no se encuentra en el Registro Nacional de Profesiones. La página web arroja solamente resultados en Licenciatura y Maestría, por lo cual podemos presumir entonces que Gibrán Ramírez ha caído en las mismas trampas de Fausto Alzati en los tiempos de gloria del tricolor.
A la lista de suspirantes se suma Alejandro Rojas Durán, quien presume la fuerza publicando en pasquines y se siente líder del partido, como ocurrió en muchos casos dentro de las tribus del Partido de la Revolución Democrática.
En el relleno no podía faltar el clásico patiño que juega sabiendo que con su morralla no le alcanza ni para dirigir a su colonia. Ese es Juan Pablo Salazar Vicentello, quien no tiene la fuerza ni el respaldo nacional para dirigir el partido de Andrés Manuel López Obrador y menos durante este proceso electoral donde, Morena será el principal rival a vencer. Sin embargo, será el primero en levantar la mano del ungido.
Y bueno, dejamos al último La Parodia, representada por Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega, quien se inscribió para presidir a nivel nacional a Morena. En este caso, aunque la energía aún le alcanza para ser legislador con mucha más congruencia y oficio político que sus compañeros, la realidad es que su aspiración a la presidencia del partido es una verdadera vacilada.
Morena se juega mucho en este proceso y aunque gran parte de quienes apostaron por esa fuerza política en 2018 aún se mantienen cegados, otros se han dado cuenta de que las pasiones y puntadas de AMLO en la presidencia, son un verdadero riesgo para la gobernabilidad y el propio estado de derecho.
Así, Morena arranca el proceso electoral sin un líder nacional y la designación de su próximo representante generará fracturas que no sabemos cuánto tarden en sanar. Si no aplican la operación cicatriz de manera quirúrgica, corren el riesgo de perder algo más que la mayoría en los congresos.
Si en Morena se impone el canibalismo, las consecuencias pueden ser mortales por necesidad. ¿Entenderán el peligro?
Veremos y diremos.