Exactamente igual que en la famosa cinta de Jerry Maguire en el momento en el que este se desliga de la agencia de jugadores y en el teléfono buscaba mantener a sus clientes, en Intolerancia viví un transe similar que puso en riesgo este proyecto periodístico, cuando de la noche a la mañana se fueron un número importante de reporteros y colaboradores.

Al igual que le sucedió a Tom Cruise interpretando a Maguire, en mi teléfono de escritorio se iban apagando las luces, que representaban la partida de quienes en su momento consideraba “imprescindibles”.

Al final, un foco se quedó encendido, en esa línea estaba Cirilo, a quien cité urgente para reconstruir lo que en ese momento parecía un periódico en ruinas.

En un símil con la cinta, Cirilo se convirtió en mi Cuba Gooding Jr.

Se fue el talento y se quedó la tinta decían algunos. Por fortuna, sin saberlo, quienes abandonaron el barco olvidaron a uno de los mandos que sostenían a flote la nave.

Desde ese momento, Cirilo Ramos se convirtió en el alma y vida de esa redacción, que con el apoyo de quienes confiaron en el proyecto, confirmaron que había y hay Intolerancia para rato.

Además de la reconstrucción, juntos vivimos momentos en donde pusimos en riesgo todo para enfrentar a Rafael Moreno Valle, con todo lo que esto implicaba.

Siempre es un respiro saber que como director, tienes al mejor editor de Puebla cuidándote las espaldas y haciendo diariamente una nueva historia impresa.

Hace unos días, por temas personales, Cirilo me anticipó su partida, no del grupo pero sí de la responsabilidad de la edición diaria.

Nos dolió y se nos cortó la voz, pero planteamos proyectos futuros.

Sin saberlo, el día que Cirilo editaría su última primera plana de Intolerancia, fue para despedir a Rodrigo López-Sainz el día de su adiós.

Son los caprichos de la vida.

Ese día, de una forma y otra, se fueron dos pilares de Intolerancia, aunque su esencia ahí queda.

En cada frase, en cada nota, en cada foto y en cada cabeza, estará siempre la presencia de ambos.

Gracias Cirilo por tanto y por todo.

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Mochos y mochas en el Congreso

María del Carmen Cabrera Camacho, una ex priísta convertida al mesianismo de la 4T, que habla sobre temas jurídicos, y se molesta cuando la corrigen, es en este momento el mayor obstáculo en el Congreso para que se apruebe la llamada Ley Agnes, que tanto se ha manoseado estos últimos días.

La diputada que en más de una ocasión ha hecho entripados cuando la experimentada Rocío García Olmedo le da cátedra, se persigna cada que escucha “Ley Agnes” y lo hace por lo que supone que es, más no por el contenido real de la reforma.

La iniciativa ya la tiene en sus manos, ahora sólo se requiere que tenga la voluntad de presentarla en la Comisión de Procuración y Administración de Justicia que ella preside, luego que la de Gobernación ya dio luz verde.

Pero mientras eso pasa, no será posible que se vote ni se valide la reforma al Código Civil, que entre otras cosas pretende dar certeza jurídica a quienes decidieron cambiar de género.

Esa ley impulsada por Abraham Torres (Agnes Torres), activista que a principios de siglo decidió operarse ya que ella se consideraba una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, garantizará que las personas transgénero puedan acudir a las oficinas del Registro Civil y cambiar en su CURP, acta de nacimiento y demás documentos oficiales su nuevo nombre que vaya acorde con el género que cada persona decida. 

La 4T o al menos, los representantes de la izquierda que tanto se ufanan de ser progresistas, deberían instar a la diputada Cabrera Camacho para acelerar el proceso legislativo y garantizar que las personas transgénero tengan derecho a una identidad. 

Porque hasta hoy, lo único que han reforzado es la discriminación que enfrenta este colectivo.