Una de las frases más emblemáticas de AMLO fue llevada al extremo ayer por sus simpatizantes en Puebla, claro en una versión descafeinada.

Un puñado de consejeros de Morena, de alguna de las muchas fracciones, decidió que la mejor manera de evitar que se registraran  las “imposiciones”, era cerrar la entrada al Instituto Electoral del Estado.

El berrinche, la desorganización y hasta la difusión de información falsa –por ignorancia o con toda la intención-, ocasionaron que el propio IEE tuviera que emitir un boletín informativo recalcando que ellos no tienen sede alterna.

Y después vino la aclaración del partido, la trifulca se presentó afuera de una sede alterna de Morena, sitio que sirve para apoyar en el registro en línea que pueden realizar las y los candidatos ante el IEE.

Esta sede alterna, dicho sea de paso, se tuvo que habilitar luego que sus oficinas centrales, las que están ubicadas en La Paz, se encuentran tomadas desde hace dos semanas y el conflicto simplemente no se logra destrabar.

Además de la vergüenza en la que se está convirtiendo el partido, cada día es más notorio que los militantes se están arrebatando con uñas y dientes –afortunadamente aún en el sentido figurado- “el poder” y en su camino están destrozando el movimiento que tanto presumen.

Los líderes de Morena en Puebla –el oficial y el espurio- deberían llamar a la cordura a sus huestes porque si esto se permitió durante el registro, no quiero ni pensar cómo avanzará durante las campañas, o peor, cómo acabará el día de la elección.

Los militantes y simpatizantes del Movimiento Regeneración Nacional bien harían en escuchar la mañanera de ayer, del gobernador Miguel Barbosa, quien adelantó que no se permitirá que la violencia se haga presente el próximo 6 de junio. 

La vacuna no es automática

Ayer el doctor Martínez confirmó el deceso de dos personas que enfermaron de Covid y fallecieron pese a que contaban con la primera dosis de una vacuna.

La información del secretario de Salud debe obligarnos a mantener las medidas de higiene, pese a que nuestros padres y abuelos hayan sido inyectados una o incluso, dos ocasiones.

La vacuna no inmuniza al instante de la aplicación. Se requieren de 15 días después de la segunda dosis para poder hablar de una inmunidad superior al 90 por ciento.

Y aún así, no se debe dejar de usar el cubrebocas en lugares públicos porque no se tiene evidencia de que el vacunado no transmita el virus.

En conclusión, una persona vacunada puede ser víctima de su propia ignorancia e imprudencia.

Hagamos conciencia.