La floricultura nacional, como ya hemos mencionado en este espacio, reposa en un puñado de fechas con alto volumen de ventas, siendo el Día del Amor y la Amistad, uno de los más importantes.
Puebla y sus tres principales zonas floricultoras, Valle de Atlixco, Corredor Cholula-San Martín y la Zona de la Presa de Necaxa, preparan desde hace semanas y meses flores y follajes para la ocasión.
Algunos cultivos toman mucho más tiempo, como los tulipanes y su proceso de casi un año para surgir desde el bulbo.
Este dato, junto a la meta de comercializar 200 mil plantas, fue compartido por la dependencia estatal a cargo, desde Atlixco, en el marco del inicio de la temporada de tulipanes 2022.
Los costos, competitivos entre 50-60 pesos por maceta, son suficiente aliciente para ir a hacer el gasto, aunque esperemos que el añadido del buen clima y gastronomía atlixquense hagan de la comercialización un éxito.
No obstante, esta visión sobre las flores como objeto decorativo nos lleva a encasillarlas en una sola industria, la de los ornamentales.
Una falta de cultura decorativa floral, probablemente influenciada por el verdor que todavía vemos día a día, es a todas luces insuficiente para sostener una actividad económica a niveles competitivos y diversificados.
Consumirlas o extraerles algo son las otras dos alternativas para las flores, matizando entre procesos artísticos o industriales.
Quisiéramos fueran inmarcesibles, pero los cuerpos florales son mucho más frágiles que cualquier parte frutal, vegetal o verde de una planta, trayendo numerosos retos.
Las flores de calabaza son parte básica de una dieta mexicana tradicional, sin embargo, una bajísima vida de anaquel y tenerlas a la mano todo el año, hacen un reto insalvable su industrialización en fresco.
Otros son emprendimientos con muchos requerimientos climáticos como la siembra de azafrán, o de tradición geográfica como las aguas de rosas y otras flores del Indostán.
México, haciendo honor a su pasado prehispánico, ha tenido sus guerras florales sin salir tremendamente bien librado.
Usted pudiera pensar en la flor de la jamaica, como la poblana de Chiautla que pelea contra las importaciones chinas, pero esa flor ni siquiera es centroamericana, es del África tropical.
Un verdadero ejemplo sería la vainilla del Totonacapan poblano-veracruzano. Sus vainas fermentadas son el producto del campo más caro del mundo, fuera de productos de alta especialidad y el azafrán, y sin embargo, son flores abandonadas por los gobiernos.
El ciclón Enawo en 2017 afectó profundamente las plantaciones vainilleras de Madagascar, hogar en su momento del 85 por ciento de todos los cultivos globales. México durmió en sus laureles y dejó pasar la oportunidad de recuperar su mercado histórico, y todo pinta para otra debacle floral, la mariguana.
El consumo recreativo de la planta, o la extracción de compuestos de importancia como el CBD o THC, se realizan sobre los cuerpos femeninos al ser ellos los que tienen la mayor concentración de compuestos de interés.
Puebla tiene condiciones para rosas, tulipanes y mariguana, chance y azafrán; no, no le saquemos qué es un negociazo a nada de regularizarse.