Los poblanos y en especial los capitalinos hemos sufrido en las últimas décadas la confrontación entre los gobiernos estatales y municipales, esto ha provocado falta de apoyos, mutuas acusaciones, señalamientos, persecuciones y sometimientos.

Pareciera que las autoridades, o sus equipos, no han entendido que se requiere de una coordinación y que no se trata de un concurso de vencidas.

Entre las históricas confrontaciones podemos citar el caso de Manuel Bartlett contra Gabriel Hinojosa. Con el retiro de los policías estatales del Ayuntamiento se tuvo que improvisar prácticamente un grupo de seguridad municipal. Ellos dos también protagonizaron el conflicto de Villa Flora, donde la policía estatal roció con gas lacrimógeno al alcalde.

Después vino el trienio de Luis Paredes retando al estado y queriendo construir un estacionamiento subterráneo en el Zócalo, generando nuevamente el enfrentamiento con el gobierno estatal, hasta que el INAH clausuró las obras.

Más adelante llegó la prepotencia del morenovallismo, en donde el gobernador ninguneó al presidente municipal Eduardo Rivera, al grado de humillarlo en pleno Grito de Independencia.

Sin el consenso municipal, Moreno Valle comenzó a realizar obras que alimentaron su postura ególatra. Fue así como surgieron las ciclovías y los puentes con tirantes que dibujaban las iniciales “MV”.

Recordemos que Rafael, amparado en sus atribuciones, también retiró a los policías estatales de la capital, situación que aprovechó la delincuencia.

Ya con el gobierno de Barbosa, fue Claudia Rivera la que retó al gobernador y por capricho mantuvo a Lourdes Rosales en Seguridad Pública, además rechazó el apoyo para la reubicación de los ambulantes.

Después una mezcla de desconocimiento y altanería generaron que se intentaran realizar obras municipales que requerían licencia estatal, sin pedir permiso.

El resultado lo padecimos todos: se desbordó el comercio informal, aumentó la inseguridad, había un reto constante y toda declaración era tomada como afrenta.

Con la llegada de Eduardo Rivera, las cosas comenzaron bien, se mantenían los acuerdos de colaboración y se redobló la seguridad.

La colaboración fue necesaria y muy útil en casos donde la vida de los capitalinos se puso en peligro como la explosión de Xochimehuacan o la de la colonia Amor.

Sin embargo, por parte del Ayuntamiento comenzó a estirarse la liga de más y a crear olas innecesarias con el tema de la concesión de los espacios publicitarios por 10 años.

La cuestión es que estos espacios ya se han concesionado por un período mayor al de una administración municipal, y fue el Congreso quien sin problemas dio el aval, lo mismo puede ocurrir ahora, simplemente había que transparentar los contratos.

Insisto, estamos ante un arranque prometedoramente positivo: la Calle 5 de Mayo luce limpia, las estatuas están siendo un atractivo turístico, vemos menos ambulantes, y mayor seguridad, para qué buscar problemas donde no los hay.

Esta vez, con la marcha atrás de Eduardo Rivera tras las advertencias del gobernador Barbosa, la historia parece terminar bien, sin embargo, la percepción para el alcalde es la de una derrota política.

Jugar a las vencidas entre un peso gallo y uno completo tenía un final más que predecible.

La liga se estiró de más y a punto estuvo de romperse con consecuencias difíciles de calcular.

Que sirva este primer round de sombras para evitar que las viejas y amargas historias entre alcaldes y gobernadores vuelvan a ser el pan nuestro de cada día.

¿Imperará la cordura?

Veremos y diremos.