Comentarle que los precios de la canasta básica están por las nubes sería un desatino por la obviedad. Frutas, verduras, proteínas animales, procesados y, por supuesto la tortilla, siguen una carrera desbocada en incrementos de precios para contener las pérdidas que representa la inflación.
Todos nos damos cuenta, hasta el propio presidente de la república. López Obrador intentó, a inicios de mayo, establecer precios máximos para la canasta básica en 24 productos. Este catálogo de buenas intenciones llevó el nombre de Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC).
Su fracaso, teniendo el Índice Nacional de Precios al Consumidor en su nivel más alto en 22 años, ha forzado al presidente a replantear un nuevo PACIC. Podrá pensar que el ejecutivo tiene toda la intención de proteger nuestros lánguidos bolsillos, pero las mañaneras han descobijado sus verdaderas intenciones.
El presidente está enojadísimo que las empresas estén generando utilidades históricas. Fuchi esos empresarios. Y no está equivocado.
Las empresas se están embolsando ganancias gigantescas ante las necesidades más básicas. Lo nombres ya nos los compartió. En la mira las grandes cadenas como Walmart, Soriana y La Comer, así como empresas monopólicas de proteínas como Bachoco, Tuny o Atún Dolores.
Ninguna de estas compañías son almas de la caridad o siquiera ejemplos empresariales. Tan solo la semana pasada a la filial de Bachoco ubicada en Huixcolotla le clausuraron su ampliación. Los angelitos no contaban con medidas para mitigar los enormes impactos ambientales que traería, por lo que la secretaría estatal de medio ambiente le puso un alto a las obras.
Estos ascensos en precios los vemos en todos lados, pero las respuestas de los gobiernos varían.
Tome a Argentina, que ha visto a los machuchones del campo hincharse los bolsillos con las ganancias de los precios de la soya y otros granos. Para equilibrar las cosas el gobierno rioplatense intentó meter un impuesto a “la renta inesperada”, cosa que terminó por no prosperar. Ahora buscan amarrarlos con otras obligaciones impositivas.
Las empresas energéticas son otro ejemplo. Inglaterra y Alemania han colocado cobros máximos a los grandes consorcios. España e Italia han decidido de plano meter nuevos impuestos a estos conglomerados.
López Obrador pudo haber hecho lo anterior. Tuvo en sus manos la recientemente presentada miscelánea fiscal, pero decidió no correr el riesgo político de aumentar impuestos, aun a quienes más tienen y más ganan en estas coyunturas.
Las intenciones del presidente –en el fondo– son innegablemente buenas. Primero los pobres. Pero de buenos deseos no se forma un gobierno. Mire las estimaciones del presupuesto 2023, donde se plantea que el país crecerá 3%, una cifra que es ¡el doble que cualquier otra estimación hecha! No es difícil, en las cuentas se lleva una regla, del uno llegar hasta el cien, pero el que quiera ser hombre derecho, pues que se enseñe a mirar su nivel.