Toda la historia de la humanidad conspiró para que usted pudiera estar donde se encuentra ahora. Desde aquél predecesor que sobrevivió la viruela, ese ancestro que no fue comido por un ocelote, hasta sus más recientes abuelos que se conjugaron para que usted naciera.

Nuestros antepasados fueron ingeniosos en todos aspectos, siendo el campo y lo agropecuario fundamental. Primero teníamos que comer pues.

Un gran ejemplo fue el desarrollo del sistema roza/tumba/quema, que dominó la agricultura mesoamericana para poder sostener a las grandes civilizaciones precolombinas. El nombre lo dice, con machete y hacha desmontar la vegetación para quemarla y sembrar ahí.

Los beneficios eran muchos. Limpiar los terrenos de hierbas competencia para el maíz, la calabaza y el frijol. Alejar pestes dañinas. Y facilitar la absorción de algunos nutrientes.

Pero limpiábamos con fuego porque no teníamos animales de tiro, y cuando nos llegaron con los españoles estos estuvieron limitados para los habitantes naturales de estas tierras. Alejábamos las pestes dañinas con fuego porque no teníamos de otra. Fertilizábamos con cenizas vegetales porque no teníamos compostas animales, y aún muy lejos de los fertilizantes sintéticos.

Hoy en día sabemos que las quemas agrícolas en la suma son perjudiciales para el agricultor, el medio ambiente y la propia parcela. Pero son pocos los que se atreverán a decirlo, y aún menos actuar para cambiarlo.

Incineramos el frágil ecosistema del suelo, matando a hongos, gusanos y demás flora-fauna benéfica para los cultivos. Quemamos la cobertura vegetal –los rastrojos– exponiendo la tierra a erosión y pérdida de humedad. Y alteramos negativamente los ciclos de nitrógeno, el elemento químico más importante para el crecimiento de las plantas.

El sistema está en crisis ante los sistemas industriales globalizados, la pulverización de la propiedad agrícola y la descapitalización de los pequeños productores.

Y sin embargo nos empeñamos en arreglar crisis estructurales con curitas. El programa federal de Fertilizantes para el Bienestar, anunciado con bombo en Puebla en días pasados, es un ejemplo de ello. Con la repartición de 500 kilogramos de fertilizantes a 102 mil productores poblanos solo se perpetuará un año más un sistema que lleva una centuria de atraso.

No se deje engañar, la repartición de bultos de fertilizante es la medida más popular porque sale bien en las fotos de gobierno y es lo más sencillo. Intentar modernizar y hacer competitivos a los pequeños productores es un reto mayúsculo, y faltan tamaños.

“Pero es que así lo hacían nuestros ancestros… ¿quiénes somos para cuestionarnos nuestras maneras de vivir?”

¿Qué padre no observaría con tristeza a su hijo estancado en el mismo lugar, donde con muchísimo esfuerzo lo alcanzó a dejar? Somos los herederos de quienes domesticaron al maíz, la calabaza y el frijol, vainilla y aguacate, chicle, chocolate y jitomate. Es tiempo de reconsiderar nuestra manera de relacionarnos con el campo, se lo debemos a nuestros ancestros.