Es un dato poco conocido por los poblanos, pero nuestro estado se estrechaba a lo largo de nuestra nación, más allá de los límites de hoy. Teníamos salida hacia el Pacífico y el Golfo. Claro, esto allá en los 1700s y éramos una intendencia.
Hacia el sur, o sea el océano Pacífico, las zonas de Iguala y Tlapa estaban bajo mandato angelopolitano. Pero nos las quitaron para pasarlas al recién creado estado de Guerrero.
Hacia el noroeste, o sea el Golfo de México, Tuxpan y Chicontepec eran una extensión de Huachinango, es decir poblanas. Pero el infame Antonio López de Santa Anna nos lo arrebató para formar lo que sería el moderno estado de Veracruz.
Pero recuperaremos esos territorios, o al menos los que teníamos por Veracruz, o al menos la costa, pero no por las mejores razones. Y vale, tal vez exageramos un poco.
El cambio climático es una realidad que nos golpea a diario, si no, sienta el calorón que nos rodea. Cierto, es un año de sequía, pero lo errático que estamos viviendo sequías, lluvias, incendios e inundaciones no es normal.
Un escenario casi inescapable será el incremento de mares y océanos, es algo que nos pasará. Hay de escenarios a escenarios, pero sin ponernos exagerados vayamos por 5 metros de incremento. Lo suficiente para desaparecer piso y medio de una casa.
Con cinco metros desaparecerá la franja veracruzana que va de Nautla a Tecolutla, así como la totalidad de Tuxpan de Rodríguez. Ahora, que si nos ponemos pesimistas y calculamos los 30 metros que algunas aproximaciones predicen nos desaparece hasta Poza Rica, Papantla y Martínez de la Torre.
Nuestro mundo se mueve aceleradamente hacia la urbanización, todos a vivir en ciudades. Más de 80 de cada 100 mexicanos ya viven en núcleos urbanos, por más sentimentalismos que haya hacia una vida rural que está por extinguirse. Los veracruzanos que mencionamos querrán irse a vivir a ciudades, grandes, modernas y llenas de problemas, ¿a dónde se irán?
Al norte y sur Tamaulipas y Oaxaca presentan los mismo retos del cambio climático, mientras que los polos de desarrollo de Monterrey y la capital son demasiado agresivos y demandantes para una población poco preparada. ¿Qué queda? Puebla.
Tan solo en la franjita de Veracruz que comentamos habrá medio millón de desplazados, ¿tendremos la capacidad de alojar a un Tehuacán y medio en una cuestión de décadas?
Si es cínico lo podrá ver como la mayor posibilidad de bienes raíces en la historia de nuestra entidad, si es realista lo verá como un drama humano para el que no estamos preparados.
Puebla manotea desesperadamente con áreas como la Dirección de Cambio Climático, Ciudades Inteligentes y Transición Energética, ignorada y rebasada presupuestalmente por un gobierno que desdeña las amenazas –¿y oportunidades? – que representan estos éxodos modernos. Por más inteligentes que sean las ciudades, de poco nos servirán ante gobernantes ciegos. En fin, tendremos playa en Acateno y Z. Mena, de lo perdido lo encontrado.