Recién tuvimos la 95 edición de los Premios de la Academia Cinematográfica, lo que usted y yo conocemos como los Oscar. Nominados y galardonados le darán una interesante lista a mirar. Desde la multipremiada “Todo en todas partes al mismo tiempo”, la mórbida “La Ballena”, o la descarnada “Sin novedad en el frente”.
Aunque arte y expresión cultural, la cinematografía es negocio, uno de más de 100 mil millones de dólares anuales. Hollywood es la meca que más nos suena, pero hay que ampliar las miras.
Tenemos “Bollywood” en India, Bombay, con producciones espectaculares como “RRR”. “Nollywood”, referenciando a Nigeria, atendiendo culturalmente al mercado africano. “Lollywood”, la industria paquistaní que cubre los más de 300 millones de hablantes urdu y punjabi, o “Dhollywood”, en Bangladesh, atendiendo 300 millones de hablantes bengalíes. ¿Y nosotros?
Es incuestionable que en México el entretenimiento –series y películas– ha sido engullido por la aceitada industria gringa. Eso sí, nos hemos colado hasta la cocina. Faltaría ver los logros de Guillermo del Toro, con tres Oscar, uno en esta edición por su versión animada de Pinocho. Claro, los éxitos mexicanos casi siempre traen a algún poblano bajo el brazo, en este caso tres. Ángel Meléndez, Antonio Pedroche y Óscar Hernández fueron tres brillantes creativos detrás de la producción del animado títere de madera.
Su reconocimiento en el Senado –de la mano del poblano senador Alejandro Armenta– fue un justo recordatorio de la capacidad poblana para destacar, pero nos falta. El negocio, más allá de producir, está en ser el plató donde se grabe.
A final del año pasado veíamos por el Parque del Carmen a camarógrafos grabando la segunda temporada de Belascoarán, una detectivesca serie de Netlix. Aunque llegaron de milagro.
Como entidad estamos tremendamente atrasados al no ponernos de acuerdo para promulgar una ley de fomento a la cinematografía. Hace un año le comentaba este intríngulis, y seguimos en las mismas. A excepción de playa, Puebla, como entidad, tiene todos los sets imaginables para grabaciones. Pero los políticos se ven rebasados.
Mientras, los tapatíos han creado su proyecto “Filma Jalisco”, con un choncho presupuesto de 240 melones para apoyar la oferta de espacios públicos, foros y todo lo relacionado al celuloide. San Luis Potosí ha entrado en profundas pláticas con Netflix para disponer de su Centro Histórico, el bellísimo pueblo de Real de Catorce y la Hacienda Carranco. Acondicionar la hacienda quesera a un plató para la filmación de Pedro Páramo bien lo vale, son 13 mil noches de habitación que traerá la producción.
Imposible realizar una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta, pero tampoco sirve de nada que el carnal del canciller Ebrard y la secretaría estatal de economía Olivia Salomón se hayan dado vuelta la semana pasada con los seis estudios más importantes de Hollywood – Disney, Netflix, Paramount, Sony, Universal y Warner– si Puebla no crea las condiciones para una industria que ya emplea a un millón de mexicanos. ¡Corte!